Image: Sigmund Freud

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Ensayo

Sigmund Freud

F. Coblence, l. Kahn, P. Denis, R. Menahem

9 septiembre, 2004 02:00

Sigmund Freud. Foto: Archivo

Trad. S. Vidaurrazaga. Biblioteca Nueva. 4 volúmenes, 10 euros cada uno

El camino del espíritu, la ruta de la inteligencia y la edificación de la cultura exigen lentos y anónimos procesos. Toleran también explosiones de creatividad, estallidos de genialidad: Sigmund Freud es una de esas ineludibles violencias.

La fecha de 1900 no resiste en la memoria tan sólo por marcar el comienzo convencional del siglo XX. Es el año (no del todo exacto) de La interpretación de los sueños; es el año en el que un señor de Freiberg, Moravia, comienza a tratar a Dora. Y ese tratamiento trasciende la anécdota para convertirse en categoría.

El siglo XX, pródigo en desmanes, es, entre otras cosas, el siglo del psicoanálisis, el siglo en el que tanto la geología como la geografía psíquicas cobran una nueva dimensión: una dimensión vertical, si vale la metáfora; un corte en profundidad. Y en esa profundidad, que a la vez funda la conciencia y la erosiona, habitan los espectros del placer y del deseo, de la muerte. En esa profundidad la memoria es espacio y tiempo. Y hay lugar para el parricidio y el incesto, para la tragedia griega y el drama familiar burgués, para las pequeñas inadvertencias (actos fallidos) y las grandes religiones; o para la cultura y su permanente malestar. Y esta leve secuencia no es más que la relación exhaustiva de los contenidos de un continente recién descubierto, desmesurado: el continente del psicoanálisis. Freud es el primer explorador de esa tierra.

Los cuatro volúmenes que presentamos reúnen una investigación plural en cuanto a los enfoques y singular en cuanto al propósito: en ellos se da cuenta -minuciosa, correcta- de la peripecia vital e intelectual del fundador del psicoanálisis. Desde su iniciación universitaria hasta su muerte, el 23 de septiembre de 1939, la vida de Freud es la larga narración de una búsqueda y de muchos hallazgos, una indagación que no cesa, que recurre a la lectura y a la experimentación, a largas horas de reflexión, al diálogo y a la controversia eficaz.

Resumirla es imposible. Es preciso atender a sus progresos y retrocesos, a los saltos y desplazamientos: de la fisiología a la psicología, de la histeria a la neurosis, de la realidad al deseo y vuelta, a Edipo, al chiste. Es preciso acompañar esa genuina arqueología del alma en un prodigioso descenso a los infiernos del inconsciente. Cada uno a su modo y los cuatro con éxito, los autores de Sigmund Freud atienden a los respectivos fragmentos de una de la trayectorias intelectuales más importantes del siglo. Y quizá la más victoriosa: ¿no sería nuestra autocomprensión -individual y colectiva- distinta, y obviamente más pobre, sin el concurso del psicoanálisis, sin sus conceptos y métodos, sin sus imágenes?

De la vida y obra de Freud hay excelentes estudios (baste citar la monumental obra de Ernest Jones, torrencial); esa misma obra ha provocado inquebrantables adhesiones e incesantes polémicas. Como todo legado fundacional y fundamental, el psicoanálisis no es sólo lección o método. Es el descubrimiento de un mundo. Como todo legado fundacional y fundamental, habilita un terreno para la revisión más o menos crítica, más o menos irónica.

Coblence, Kahn, Denis y Menahem no eligen ni la ironía ni la crítica, eligen la fidelidad. Y eligen completar la narración con un dossier adecuado, que convierte a la obra en un feliz instrumento de trabajo. Cada uno de los volúmenes -que se reparten la historia y organizan la memoria- está acompañado de una minuciosa cronología, una escueta bibliografía y una selección de textos del propio Freud.

Sin desmerecer los primeros esbozos de aquel joven estudiante fascinado y estimulado por Charcot, La interpretación de los sueños es uno de los hitos de la cultura contemporánea. El inicio de un camino en el que nos reconocemos: de ese camino han partido muchos senderos; y seguirán partiendo. Pues ese camino, que es el psicoanálisis, no tiene fin. Como el inconsciente, es inmenso. Como el inconsciente, es fascinante. Y Sigmund Freud es su nombre de pila.