Image: 1936. Los mitos de la guerra civil

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Ensayo

1936. Los mitos de la guerra civil

Enrique Moradiellos

7 octubre, 2004 02:00

Península. Barcelona, 2004. 149 páginas, 16’90 euros

La aparición de este libro ha tenido un cierto eco en los medios de comunicación a causa de una lamentable faja publicitaria y de un título que evoca excesivamente el utilizado por otro historiador de gran éxito de público.

Pretende sugerir una confrontación que no existe en el libro, en donde sólo hay una alusión directa a Pío Moa, aunque sea patente la distancia entre ambos a la hora de interpretar la guerra civil española.

No conviene olvidar que, si bien es cierto que el éxito de ventas no es un indicio incontestable de calidad, el acomodado mundo académico haría bien en preguntarse si detrás del éxito de Pío Moa no se esconde alguna necesidad de revisar nuestra excesivamente correcta historia de los últimos años. El calificativo de "publicista", que Moradiellos adjudica a Moa, tal vez para distinguirlo de los historiadores académicos, podría hacernos perder de vista que muchos de los avances de la historia en los dos últimos siglos, han sido obra de historiadores que no tenían una especial formación académica, pero tenían sobrada inteligencia y finura de espíritu para comprender el pasado.

Por otra parte, conviene señalar que Enrique Moradiellos ha sido de los pocos que ha mantenido con Pío Moa un debate sobre las encontradas posiciones historiográficas de ambos y, si los resultados no han sido muy estimulantes, Moradiellos no ha dejado de poner en la tarea un alto grado de serenidad y objetividad, fruto de un conocimiento abrumador de la publicística de la guerra y "del empirismo definitorio de la historiografía británica", que tanto ha significado en su propia formación de historiador. Una formación que, frente a estas publicaciones de éxito popular, aconseja contextualizar bien el uso de las fuentes, como hace Moradiellos, que no deben ser utilizadas, ni menos esgrimidas, sin una rigurosa crítica sobre su verdadero valor. En este "recorrido ensayístico" por cuestiones claves de la guerra civil se parte de la persistente memoria del conflicto, y de las variadísimas interpretaciones que los historiadores han venido ofreciendo de la guerra para plantearse cuestiones que Moradiellos juzga "prioritarias" para ofrecer explicaciones racionales que hagan imposible la persistencia de viejos mitos. Esas cuestiones -que estructuran el libro- serían la de la pertinencia de considerar la guerra como manifestación del conflicto entre "las dos Españas", la inevitabilidad del enfrentamiento, las razones de la rotunda victoria del bando franquista y, finalmente, la influencia de las potencias extranjeras en el desenlace final. Todas ellas reciben del autor un tratamiento penetrante y lleno de equlibrio, como es el caso de la brillante semblanza dedicada a Juan Negrín.

En realidad, la "pièce de résistance" del libro es la contestación a la primera de las cuestiones antes aludidas, que se aborda en el capítulo titulado "Las tres Españas de 1936". Una persona habituada a la historia intelectual europea de los últimos siglos desearía una visión algo más matizada de la imagen de las dos Españas, tan fácil de rastrear en el mundo intelectual europeo (Disraeli, Renan), tan sugerente en sus formulaciones españolas (De Larra a Ortega, pasando por Pérez Galdós y Costa), y que no puede quedar reducida a la pura oposición entre rea-ccionarios y revolucionarios.

En esas condiciones la supuesta tercera España tiene algo de espectral y gratuito, especialmente cuando se insiste en incluir dentro del reformismo democrático que caracterizaría a esa tercera opción a un socialismo que, durante las elecciones de 1933, tenía un líder que optaba por vías situadas fuera de la legalidad, o a unos dirigentes republicanos que, después de perder las elecciones, pidieron la anulación de los resultados. Por contraste, toda la derecha aglutinada en torno a la ceda queda incluida en una España caracterizada por la "resistencia parlamentaria conservadora y reaccionaria".

Es posible, sin embargo, que esa tercera España hubiera empezado a naufragar mucho antes de 1936, y que el proceso de radicalización que experimentó la vida política española no fuese patrimonio exclusivo de ninguno de los dos bandos que, al final, terminaron enfrentándose en la guerra.