Foto: Euskal Televista

El periodista Jorge Cabezas vuelca en su nuevo libro las últimas averiguaciones sobre la evolución de la lucha antiterrorista en España desde los años 70, siguiendo fuentes policiales, documentales y procedentes de testimonios personales.

La organización del texto es deficiente y las alusiones a las fuentes son veladas cuando no nulas, algo explicable por la naturaleza del trabajo, lo que comporta que se ha de depositar toda la confianza en la fiabilidad del autor. Su anterior obra, Yo maté a un etarra (2003), y el contraste con investigaciones del mismo género elaboradas por otros periodistas permiten aventurar que el producto de las indagaciones de Cabezas es fidedigno. Otra cosa es que, en alguna ocasión, las fuentes sean interesadas y traten de sesgar la información. Por otra parte, las referencias a Al Qaeda, que en parte han quedado obsoletas, sólo ocupan una mínima parte del libro aunque conservan cierto interés.

Sean cuales sean las lagunas y los espacios de penumbra, el caudal de información permite hacerse una idea bastante clara de las claves de la lucha antiterrorista y de sus progresos en los últimos treinta años. El título, Infiltrados, no sólo refiere las hazañas de algunos policías y guardia civiles que se introdujeron en las entrañas de la banda, también comprende la meritísima labor de documentación, seguimiento y captación que ha llevado a la liquidación del entramado del terror y a la prevención de los atentados.

Contra el nacionalismo terrorista vasco y su entorno, contra el aliento indirecto prestado por parte de la Iglesia vasca y la cúpula del pnv a lo largo de estos años, la democracia española ha ido erigiendo sus barreras primero y lanzando su ofensiva más tarde. El efecto de la voluntad de los partidos de combatir el fenómeno terrorista vasco por medio de leyes y reformas legales, la implicación de la judicatura desenmascarando los recovecos legales, institucionales y empresariales en los que se apoyaba el entramado de la banda, la intervención de los intelectuales, la prensa y las organizaciones cívicas vascas en la demolición del discurso victimista y etnicista y en la disputa del espacio público, no habrían tenido éxito si el proceso no hubiese ido acompañado por la modernización de los cuerpos de seguridad, una labor de años y salpicada de errores tan graves como el episodio del terrorismo de Estado.

Lo que viene a demostrar el estimable libro de Cabezas es que la amenaza que supone el terrorismo nacionalista vasco tiene solución mediante la acción policial. No obstante, en mi opinión, cabe añadir también la vía política, aunque ésta no es la del diálogo con los asesinos y sus cómplices, sino la de aunar real, no retóricamente, de eso saben iu, pnv, ea y erc, la voluntad de los ciudadanos y de las instituciones, en combinación con la modernización y democratización del aparato del Estado.