Image: Cómo discutir con un fundamentalista...

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Ensayo

Cómo discutir con un fundamentalista...

Hubert Schleichert

9 diciembre, 2004 01:00

Hubert Schleichert. Foto: W. Weigel

Trad. Jesús Albores. Siglo XXI. Madrid, 2004. 204 págs, 15’50 euros

¿Qué se puede responder a un hombre que nos dice que quiere obedecer más a Dios que a los hombres y que por tanto está seguro de ganarse el cielo matándonos? La pregunta no se refiere a los asesinos del 11-S y el 11-M. La planteó Voltaire hace más de doscientos años.

Desafortunadamente sigue teniendo la misma vigencia que entonces, pues hoy como ayer sigue habiendo fanáticos dispuestos a matar en nombre de Dios, la Nación, la Revolución o cualquier otro motivo aparentemente elevado. ¿Es posible convencerlos, o al menos evitar que sigan reclutando nuevos adeptos? Este es el tema que el filósofo vienés Hubert Schleichert plantea en Cómo discutir con un fundamentalista sin perder la razón: introducción al pensamiento subversivo, cuyo propósito es proporcionar argumentos frente al fanatismo, como en su tiempo hiciera Voltaire. El fanatismo, explica, consiste en una actitud inhumana que se basa en altos ideales, por lo que sus adeptos tienen la mejor conciencia. Como ejemplo utiliza el fanatismo religioso, que a diferencia de ciertas ideologías laicas, igualmente fanáticas, se basa aparentemente en principios puros, por lo que se presta más a un análisis en el plano de los argumentos.

Los occidentales tendemos hoy a suponer que fundamentalismo y fanatismo son cualidades poco menos que inherentes al Islam, pero el libro de Schleichert nos recuerda la tremenda historia de la intolerancia en el seno de la civilización judeo-cristiana. Casi nadie toma hoy al pie de la letra los relatos del Antiguo Testamento, pero quien lo hiciera encontraría argumentos en favor de la violencia más fanática: los tres mil judíos asesinados por orden de Moisés, las matanzas de hombres y mujeres en las campañas del rey David, los niños que se burlaron del profeta Elías y a los que este maldijo, tras lo cual fueron devorados por dos osos.

Frente a esa ferocidad, o frente a la defensa de la intolerancia por parte de Calvino, Schleichert recuerda los argumentos contra el fanatismo que se han expresado una y otra vez en nuestra tradición occidental, desde el filósofo griego Epicuro hasta el escritor israelí de nuestros días Amos Oz. Su tema central es que el fundamentalismo religioso no puede ser refutado mediante argumentos lógicos, ya que el problema se sitúa en el terreno de los principios, pero puede ser desacreditado mediante un estilo de argumentación que el autor denomina subversivo, consistente en poner en evidencia el lado absurdo de tales creencias, como lo hicieron brillantemente Voltaire o Nietzsche. Para ello es necesario tomarse en serio la amenaza fundamentalista, evitando el relativismo de ciertos intelectuales de hoy, para quienes la tradición occidental ilustrada no tiene más valor que cualquier otra. Quizá el concepto de razón, tan caro a los ilustrados, sea indefinible, pero no se debe renunciar a la máxima de nadie puede atemorizar, escarnecer, torturar o asesinar a sus semejantes en nombre de religión ni ideología.

Enfrentados hoy al fanatismo de los terroristas de la yihad, que según hemos sabido se disponían a atentar de nuevo en Madrid, los sabios consejos de Schleichert tropiezan con un obstáculo: todas nuestras críticas subversivas al islamismo resultarán ineficaces simplemente porque vienen de Occidente. La voz de la razón sólo se hará oír cuando surja del propio espíritu árabe.