Image: La mujer placer

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Ensayo

La mujer placer

Lourdes Ventura

22 diciembre, 2004 01:00

Lourdes Ventura. Foto: Julián Jaén

Belacqua. Barcelona, 2004. 287 páginas, 18 euros

Se entra en este volumen a través de un prólogo de Gilles Lipovetsky, autor, con Elyette Roux, de un reciente y deslumbrante ensayo en torno al universo femenino y la riqueza titulado El lujo eterno.

En el citado prólogo, Lipovetsky define a Lourdes Ventura como "escritora postmoderna" y recoge su reflexión -metida ya en las entrañas de La mujer placer- sobre la relación entre el humor y el amor, para lanzarse a afirmar que "el amor ya no es litúrgico, debe ser humorístico".

Ventura ha organizado su texto en cinco apartados de morfología bien distinta, aunque la temática gire siempre en torno a distintos aspectos de la feminidad y las relaciones amorosas. La primera parte, la más larga, ocupa medio libro, es la más documentada, va apoyada en 108 notas a fin de capítulo y plantea la necesidad y la conveniencia de un nuevo hedonismo acorde con la revolución social que ha supuesto el cambio en el papel de la mujer ocurrido en a lo largo de los últimos cincuenta años. Del sufrimiento se ha pasado, afirma Lourdes Ventura, a la "Mujer Placer", encarnación de una "libertad corporal inédita" en la que la energía sexual femenina se manifiesta en una capacidad orgásmica de límites casi infinitos.

A partir de la segunda parte de este volumen, Ventura va dejando paso a una escritura más personal en la que puntea distintos aspectos mágicos del enamoramiento. En el tercer apartado, la autora pierde pie al tratar el cuerpo femenino y caer en los tópicos sobre las mujeres delgadas y las que llegan a lo que se denomina anorexia, un complejo estado de cosas que merece un respeto más despierto. Los últimos segmentos de La mujer placer están llenos de pinceladas de lirismo y de ensoñaciones poéticas. El texto titulado "¿A qué sabe el primer beso?", apenas dos páginas, tiene una capacidad evocadora y una claridad que hacen de él una pequeña pieza maestra. Concluye este volumen con un diccionario -desde Ariadna hasta zapatos de cristal- que conforman un pequeño archipiélago que delimita el texto. Una reflexión en la que se reivindica la diversión, el humor en las relaciones amorosas y la risa como instrumento terapéutico. Por fortuna para sus lectores masculinos, en su vindicación de unas relaciones amorosas igualitarias pocas veces leemos que las mujeres enamoradas hacen mejor las cosas que los hombres.