Image: La economía del fraude inocente

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Ensayo

La economía del fraude inocente

John Kenneth Galbraith

27 enero, 2005 01:00

John Kenneth Galbraith. Foto: Archivo

Trad. J. Pascual y L. Noriega. Crítica. Barcelona, 2004. 117 págs, 11’54 euros

Este nuevo libro de Galbraith es presentado como una especie de testamento intelectual de uno de los más veteranos economistas contemporáneos, asesor de la Administración de Roosevelt, nombrado embajador de Estados Unidos por Kennedy, y académico sobresaliente en la universidad norteamericana.

Galbraith no ha dejado nunca de representar, en dicho universo, la voz de los críticos al sistema económico capitalista. Este radicalismo, además de una amenidad infrecuente en la profesión, una extraordinaria capacidad de observación, y un sentido del humor envidiable, lo han convertido en uno de los economistas más populares. La economía del fraude inocente resume y actualiza los argumentos más conocidos de su autor acerca de las falsedades y eufemismos más comúnmente aceptados en nuestra época, comenzando por la expresión "libre empresa" o "sistema de mercado", que habría sustituido al término "capitalismo", de desagradables resonancias prepotentes y depredadoras. Algo parecido ocurriría con la engañosa "soberanía del consumidor", o la "admisnistración de empresas" frente a la burocracia de las corporaciones.

La lectura de Galbraith es siempre gratificante, como las páginas en que ensalza la creatividad artística del Renacimiento, cuando el crecimiento del PIB no medía el éxito de una sociedad. Pero no logra convencer al lector de que la inmensa mayoría de los seres humanos viviesen entonces mejor, y tuviesen más acceso al arte o a la literatura que ahora. Tampoco de que las alternativas al mercado -incluyendo las empresas públicas- resulten menos opacas para el ciudadano común que la empresa privada, a pesar de la ingeniosa comparación que hace el autor de las juntas de accionistas con la liturgia de la iglesia baptista.

Los lectores de Galbraith -como él mismo- creen que es preferible un mundo en que la prensa económica critique las remuneraciones desproporcionadas de los altos ejecutivos empresariales y las maniobras monopolistas puedan ser obstruidas legalmente. Y donde puede afirmarse, como él hace al final de su libro, que "la guerra continúa siendo el peor de los fracasos humanos".