Federica Montseny. Una anarquista en el poder
Irene Lozano
3 marzo, 2005 01:00Federica Montseny en la plaza de toros de Barcelona, en 1937
En la portada de La indomable, obra "casi autobiográfica" de Federica Montseny, puede leerse que contiene la "historia de un gran temperamento, de una gran existencia, de una gran pasión" y que en sus páginas "se plantea un drama profundo y emocionante de desplazamiento y de inadaptación".Tanto esa sinopsis como la expresiva retórica de la época constituyen una ajustada carta de presentación del personaje: en primer lugar, "una mujer de voluntad de roca, que no se tuerce"; una concepción de la vida como proyecto titánico de redención de los oprimidos, cual nuevo Prometeo; y, por supuesto, esa gran pasión que es el horizonte libertario, un ideal que dará sentido a su vida y al que sacrificará todo.
A partir de esto último se dibujan las vicisitudes del ser de carne y hueso, el "drama profundo" y la "inadaptación" que ella señalaba: una joven que recibe una educación "libre", ajena a las "convenciones burguesas"; una lectora empedernida a la que su temprana maduración intelectual convierte en aguda polemista, nutrida por las teorías de Bakunin, Kropotkin, Reclus y Malato; una mujer que critica el estatus de su sexo (sometimiento al varón) y que abomina de los rasgos tradicionalmente asignados al mismo (belleza, dulzura, fragilidad). Combatiente contra todo tipo de autoridad, defensora femenina pero no "feminista", partidaria del "amor libre", Federica era un huracán en aquella sociedad pacata: ¡hasta entre los dirigentes libertarios llegará a ser excepción, una mujer en un mundo también básicamente masculino!
De entre todas las paradojas o zozobras de la vida de Federica la razón básica de que se la siga recordando es su fugaz paso por el ministerio de Sanidad en el gabinete Largo Caballero en plena guerra civil. No fue, como dice Lozano, la primera mujer en desempeñar una cartera de gobierno en Europa Occidental, pero sí en la historia de España, y además, se trataba de una representante de la cnt. Ella, que había sido y seguiría siendo una purista toda su vida, descontando ese paréntesis, se encontraría con que otros puristas jamás le iban a perdonar la "inconsecuencia".
El centenario de su nacimiento invita a la aparición de obras que hagan un balance de su figura y significación política. No se mencionan estos conceptos por casualidad, porque una de las autoras (Lozano) opta por centrarse en el personaje, intentando captar su vertiente humana, mientras que la otra (Tavera) relega este último aspecto para efectuar un pormenorizado análisis del debate doctrinal del movimiento anarquista del período. Aunque no aparecen aquí dos siluetas distintas, Lozano tiende siempre más a la "comprensión" y Tavera introduce distancia crítica, no sólo respecto a la biografiada, sino incluso hacia el sentido o viabilidad del estudio biográfico en sí. Como resultado de todo ello la primera es en general más cálida en fondo y en forma, mientras que la segunda opta expresamente por la frialdad analítica del científico social. Mientras que la primera (Lozano) se permite la licencia de introducir con frecuencia diálogos que amenizan la lectura para un lector no especializado, la segunda (Tavera) opta por una estructura de párrafos largos, trufados de nombres, fechas y datos de toda índole.
Es patente que una y otra obra se dirigen a tipos distintos de público, siendo cada una de ellas modélicas en su ámbito. Lozano pretende -y consigue- que las peripecias de Montseny se lean como un relato de aventuras. Su estilo tiene nervio y plasticidad, maneja muy bien la superposición de las etapas de su vida (magnífico, por ejemplo, el comienzo en el Archivo de Salamanca el "año de la Victoria") y, sobre todo, halla el tono adecuado para transmitir los momentos dramáticos de la azarosa trayectoria de Federica. Tavera, mucho más preocupada por las disquisiciones teóricas (en el seno del anarquismo, pero también en lo que concierne a los "estudios de género" y al ambiente de la Cataluña del momento, las esferas que engloban la triple faceta del personaje, mujer, anarquista y catalana), utiliza con destreza un mayor aparato bibliográfico para trazar un meticuloso cuadro del panorama ideológico de aquella España revolucionaria en el primer tercio del siglo XX.