Image: Una historia de la guerra civil que no va a gustar a nadie

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Ensayo

Una historia de la guerra civil que no va a gustar a nadie

Juan Eslava Galán

28 abril, 2005 02:00

Juan Eslava Galán. Foto: Esther Lobato

Planeta. Barcelona, 2005. 376 páginas, 20 euros

Hay que reconocer, de entrada, el acierto del título como reclamo: ante la proliferación actual de libros que abordan aspectos concretos de la guerra civil o que escarban en sus antecedentes y en su larga estela, una obra que se presenta así desde la portada llama la atención.

Pero conviene ponderar qué hay de exactitud en ese título para que el lector sepa lo que va a ofrecerle. La aproximación que efectúa Eslava Galán no gustará a los historiadores profesionales, porque falta el rigor científico que éstos exigirían. No se trata de que la obra esté mal documentada -que no lo está, en general- sino que abunda en explicaciones primarias, con una fuerte carga de protagonismos personales. Entiéndase esto como simple aviso, y no como valoración negativa a priori, porque ésa es una decisión del autor, que no pretende competir con el analista académico ni dirigirse a una elite: no es una historia para aulas, sino para el gran público.

Asumida esa premisa, es de justicia admitir que el autor conoce perfectamente su oficio: aquí podrá encontrarse una narración vibrante, plena de ritmo, trufada de diálogos más o menos fidedignos, con una estructura de capítulos breves que, más que leerse, se devoran. No es sólo cuestión de amenidad, sino de la habilidad para llegar al lector con la pincelada sentimental, el detalle cómico en momentos dramáticos y la crueldad omnipresente. Eslava Galán, sin necesidad de subrayados groseros, sabe transmitir la angustia y desolación del momento, hasta el punto de que esa sintonía con el latido humano de la contienda es el hilo conductor más evidente de su mirada.

Volviendo al título, puede producirse un cierto equívoco sobre la originalidad de la obra. No se trata tanto de esto último -el autor sabe que ante un episodio tan trillado el margen es muy reducido- cuanto de una decidida equidistancia al examinar los bandos en liza: de ahí la boutade de no satisfacer a nadie. Eslava habla de la brutalidad de Franco y su camarilla, pero también de las sacas y paseos en las ciudades leales; de la matanza de Badajoz, pero asimismo de los fusilamientos de Paracuellos; de las violaciones de los moros, pero sin olvidar que curas y monjas sufrían vejaciones y hasta la muer-te en zona republicana tan sólo por ser religiosos. Los hunos y los hotros, que decía Unamuno.

Convendría terminar con una somera reflexión sobre la oportunidad de esta obra en los momentos que vivimos. Nunca nos ha abandonado la tentación de exonerar a los considerados nuestros y responsabilizar a los otros al atribuir responsabilidades por aquella contienda, pero ahora reverdece esa tendencia: frente al sectarismo y la manipulación, nunca está de más recordar que la carga nos compete a todos. Ni aquello fue una República modélica, ni irreprochable fue el comportamiento de quienes decían defenderla ni, una vez desencadenada la guerra, todos los antifascistas eran demócratas. Por otra parte, la sublevación no fue inevitable, ni un puñado de militares tenía la misión providencial de salvar la patria, ni esto último podía significar, como se hizo, el exterminio del oponente. Tampoco es cierto que la guerra civil empezara en 1934 (¿por qué no en el 32 con la sanjurjada?). Por todo ello, frente a la parcialidad y la mistificación, sea bienvenido un libro como éste, aunque "no guste a nadie". Seguro que tendrá miles de lectores que asentirán en silencio.


3 cuestiones a Eslava Galán
-¿No hay suficientes libros sobre la Guerra?
-Bueno, ha generado más libros que la II Guerra Mundial. Muchos están contaminados por la propaganda de los dos bandos durante la contienda y esto los invalida. Los que intentan ser imparciales son una minoría.
-¿Es posible ser "neutral"?
-Debiera ser posible. Aquellos hechos ocurrieron más cerca del siglo XIX que del XXI.
-¿Sigue habiendo dos Españas?
-Muy mitigadas, especialmente si los políticos se empeñan en acusar al adversario de los crímenes y desmanes cometidos por sus abuelos en la Guerra Civil.