Image: Claude Lévi-Strauss

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Ensayo

Claude Lévi-Strauss

Denis Bertholet

7 julio, 2005 02:00

Denis Bertholet. Foto: Pascal Pavani

Trad. I. Miñana y J. Aguado. Universidades de Valencia y Granada, 2005. 468 págs, 32 e.

A sus 97 años, el etnólogo y filósofo belga Claude Lévi-Strauss recibía en mayo el XVII premio Internacional de Cataluña, en reconocimiento a su labor en defensa de la diversidad cultural. Era un galardón de circunstancias para un autor cuya obra desborda con creces lo anecdótico de su idea de las eurorregiones, aprovechada por el catalanismo para promocionarse, y constituye una aportación esencial a la antropología contemporánea.

Aunque bien podría decirse que la fama de Lévi-Strauss comenzó a fraguarse igualmente a partir de oportunos azares. "Mi carrera se decidió un domingo de otoño de 1934, a las nueve de la mañana, con una llamada telefónica". Miembro de una familia de artistas e intelectuales de ascendencia judía, Lévi-Strauss acababa de cursar estudios de Derecho y Filosofía en la Sorbona. En aquellos años, en los que la etnología subsistía protegida como una materia filosófica en las escuelas de Francia, los agregados de filosofía hallaban una salida profesional en las misiones etnológicas en el extranjero. El joven Lévi-Strauss le había escrito en ese sentido al célebre antropólogo Marcel Mauss, ofreciéndose para un trabajo de campo en algún país lejano. Así que no dudó en aceptar la invitación de aquella llamada telefónica a impartir clases de sociología en la Universidad de São Paulo, de 1935 a 1939, lo que le permitiría estudiar in situ a las comunidades indígenas del Mato Grosso y la Amazonia. El ámbito inicial de investigación quedaba así perfilado.

Otro azar, menos grato en principio, afortunado al fin, le llevaría a precisar el método. Tras su alistamiento en el ejército francés, emigra en 1941 a los EE.UU., donde traba amistad con Roman Jakobson y profundiza en su conocimiento de la lingöística estructural. La aplicación del análisis de los fonemas a los hechos sociales y culturales, en busca de patrones regulares de ordenación por debajo del aparente desorden y diversidad de conductas, es su gran aportación. Su tesis sobre las estructuras elementales de parentesco (1949) constituye el primer jalón de esta andadura, continuada con otros trabajos sobre la lógica interna del mito y del "pensamiento salvaje", si bien el éxito llega sobre todo tras la publicación de Tristes trópicos (1955), una autobiografía intelectual escrita a modo de singular informe etnográfico, relato de viajes en la época del fin de los viajes y del exotismo, donde pone en evidencia la devastación de las culturas nativas de Brasil. Poco después, Antropología estructural (1958) termina de sentar las bases del estructuralismo, movimiento tan difuso como fecundo, que hará furor en Francia a partir de los 60 y le consagrará, junto a Barthes, Foucault o Lacan, como una de las grandes figuras intelectuales del siglo XX.

De los avatares de esta existencia rica en peripecias y conceptos, repartida entre el espíritu de aventura y exploración teórica, por un lado, y el compromiso profesional e institucional con su disciplina, por otro, da buena cuenta la biografía de Denis Bertholet. Autor avezado en estas lides, pues ya había dedicado sendas biografías a Valery y Sartre, Bertholet construye un relato ágil, que sabe mantener el interés del lector en todo instante y conducirlo con claridad por los entresijos de la vida cultural francesa de la segunda mitad del siglo pasado. No alcanza tal vez la penetración de biografías intelectuales como las de Rödiger Safranski a la hora de ofrecer un hilo interpretativo capaz de enhebrar la integridad de una determinada trayectoria de pensamiento, pero sí que proporciona abundante información y, a través de ella, numerosas claves para comprender mejor algunos aspectos de dicha trayectoria. Es el caso de sus referencias a la lectura temprana del psicoanálisis freudiano por parte de Lévi-Strauss y a su posterior encuentro con el marxismo; de sus observaciones sobre las persistentes discrepancias de éste con otro intelectual francés con el que a veces se le ha emparentado en exceso, el historiador Fernand Braudel; o de su vívida descripción de las disputas académicas que tuvo entablar Lévi- Strauss desde su regreso a París, en 1948, para dotar de un territorio académico propio a la etnología. Un amplio muestrario, en fin, testimonio de un periodo intenso del pensamiento contemporáneo.