Image: Diccionario enciclopédico de historia de la Iglesia

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Ensayo

Diccionario enciclopédico de historia de la Iglesia

Walter Kasper et Alt. (Dir)

21 julio, 2005 02:00

Bautismo de Cristo, de Piero della Francesca

Herder. Barcelona, 2005. 2 volúmenes. 1417 páginas, 85’50 euros

Hace algún tiempo se presentó la traducción castellana de un Diccionario de filosofía que lleva el nombre de una importante universidad inglesa; la prensa se hizo eco amplio de la noticia de la presentación y este lector quedó perplejo. Los presentadores pusieron de relieve los indudables méritos de la obra, su enorme utilidad y la ausencia casi completa de españoles.

El Diccionario en cuestión sólo se ocupa de Jaime Balmes -creo recordar- y de José Ortega y Gasset. Ni siquiera incluye a Xabier Zubiri entre los seiscientos filósofos de quienes habla. Pero uno de los presentadores -filósofo él mismo además- advirtió que son los filósofos españoles los que tienen que preguntarse por qué no se les incluye en ese Diccionario. Aunque no soy filósofo, me he hecho esa pregunta a menudo, y no la puedo responder mientras no compruebe si en el Diccionario no sólo no se habla de Zubiri, sino tampoco de Juan de Zaragöeta, de Vicente Gaos, de Nicol y demás filósofos españoles de los últimos tiempos, o si es que tampoco se habla de Francisco de Vitoria ni de Francisco Suárez, por nombrar solamente a los más nombrados de otrora.

En el segundo caso, me confirmaré en la idea de que los que tienen que hacerse preguntas no son los filósofos españoles, sino los responsables del Instituto Cervantes y de la Sociedad Internacional de Estudios Clásicos, a ver si pueden echar una mano y dar gratis lecciones de español y latín en Cambridge. Mientras hago esa comprobación, diré que, con este otro Diccionario enciclopédico de historia de la Iglesia, ocurre algo de lo mismo, sin llegar desde luego a tanto.

Por lo pronto, tampoco encuentro en él ni a Francisco de Vitoria, ni a Francisco Suárez, ni a Xabier Zubiri. Es un buen diccionario enciclopédico sobre el cristianismo centroeuropeo y, si se toma como tal, se trata de un útil instrumento de trabajo. Felizmente, no es sólo un diccionario de la Iglesia porque habla de las más diversas confesiones cristianas, ajenas a la Iglesia, que han tenido importancia en el centro de Europa. Pero habla sobre todo del centro de Europa y, más concretamente, de las áreas germanas.

La voz "Alemania" ocupa veintidós páginas. Y hay voces además como "Imperio Germánico" o "Luteranismo" que tratan asimismo de Alemania y todavía habría que sumar "Austria" (que sólo tiene trece). La voz "Francia" ocupa veintitrés páginas, en tanto que las de "Inglaterra" (dieciséis), "Escocia" (seis), "Irlanda" (siete) y "Gales" (que no existe) suman veintinueve. Pero los italianos se pueden consolar al menos en parte, porque, aunque su historia sólo merece diecinueve, hay entradas sobre el "Imperio" y, además, la de "España" se queda apenas en doce. Eso sí, la voz "América" cuenta con treinta y una, de las que casi la mitad se refieren al Canadá y los Estados Unidos. Claro que algunos países iberoamericanos tienen voz propia y un fardo de cristianos como el "Brasil" se despacha en cuatro.

Pasó felizmente la época del nacionalismo cultural hispano (que nunca tuvo éxito, ya se ve); llegó luego la época de la dependencia y en ella nos hemos quedado como si no tuviéramos cosa mejor que hacer. Los editores españoles deben poner condiciones a los editores cuyas obras traducen, y la primera de todas es que reconozcan lo que deben reconocer. Y vaya por delante que, en este Diccionario enciclopédico de historia de la Iglesia, se me trata tan bien, tanto que incluso se me presenta como autor de un libro del que no tenía noticia.