La lucha por Barcelona. Clase, cultura y conflicto, 1898-1937
Chris Ealham
28 julio, 2005 02:00Funeral de Durruti, Barcelona, 1936
Desde hace unas décadas asistimos a una interesante renovación de la llamada "historia social": lejos de los rígidos esquemas marxistas, pero aprovechando lo más esclarecedor de la aproximación materialista, esta nueva historia integra en un modelo flexible unos elementos desconectados tradicionalmente.Así, las variables políticas, económicas, sociales y culturales se analizan como partes de un mismo entramado, de manera que su interacción proporciona la clave explicativa. Chris Ealham, discípulo de Preston, explica que en este libro bucea en "la interrelación y complementariedad de las esferas de la cultura, el espacio, la protesta y la represión" siguiendo la estela thompsoniana de "la historia desde abajo", durante cuatro décadas de espasmódica convulsión social. La proyectada acotación cronológica, no obstante, resulta ser engañosa porque tan sólo los dos primeros capítulos tratan del período que precede a la república, en tanto que los restantes examinan la lucha por el "control de las calles" a brazo partido entre la legalidad republicana y la alternativa revolucionaria.
Para Ealham la pretendida racionalidad burguesa en el ámbito urbano -plan Cerdà- desemboca pronto en "urbanización de la injusticia" y control de los oprimidos. Con el aliento anarquista -la CNT en vanguardia- se forja un "orden moral" de los desposeídos que viene a ser la antítesis de la legalidad y ética burguesas. Cualquier quebrantamiento del orden establecido estaba de este modo no sólo justificado, sino aplaudido. Llegado a este punto, el autor traspasa la delicada pero fundamental frontera entre la exposición de una ideología radical y la identificación con sus postulados. Al modo de la vieja historia militante, Ealham toma partido por los revolucionarios, de manera que su análisis del conflicto en las calles barcelonesas durante la etapa republicana se resiente, aunque no anula, su magnífico bagaje documental. Frente a la benévola disposición cenetista, la "república del orden" sólo trae brutalidad contra las aspiraciones obreras. No es de extrañar, subraya, porque la república burguesa sólo aporta una "ideología democrática de dominación".
Si finalmente el autor termina siendo crítico con esta violencia callejera -"gimnasia revolucionaria"- de los grupos radicales no es tanto por el hecho en sí cuanto por constituir una táctica incorrecta, llamada al fracaso por prescindir de las masas. Además, incentivó el "pánico moral" de la burguesía, lo cual se tradujo en coartada para aumentar la represión. La auténtica revolución urbana, concluye Ealham, se produciría en julio de 1936, pero sólo como breve espejismo cercado por el enemigo tradicional de clase (ERC) y el rival emergente, el PSUC estalinista.