Ensayo

El libro negro del colonialismo

Dirigido por Marc Ferro

1 diciembre, 2005 01:00

Foto: Archivo

Traducción de Carlo Caranci. La esfera de los libros, 2005- 1051 páginas, 19’95 euros

La historia de la expansión colonial europea contiene muchos episodios de abusos y atrocidades, algunos bien conocidos y otros olvidados. Una docena de estudiosos, en su mayoría franceses, han recopilado buena parte de ellos en El libro del negro del colonialismo. Su lectura recuerda todo el mal que se hizo en nombre de la civilización.

El título del libro lo dice todo: no se trata de presentar un balance del legado colonial sino de evocar el lado más oscuro de la colonización, aunque la historia de ésta no se pueda reducir, como reconoce en el prólogo Marc Ferro, a la de sus fechorías. Desde el exterminio de los habitantes de las Antillas en las décadas que siguieron a la llegada de Colón, a los horrores del Congo colonial sometido a una feroz explotación bajo el dominio privado de Leopoldo II de Bélgica, pasando por la trata de esclavos, los autores van desentrañando toda una serie de atrocidades lamentables, la mayor parte de ellas perpetradas por europeos.

Se echa a faltar sin embargo un capítulo general sobre la naturaleza del fenómeno estudiado, que en realidad ni siquiera queda definido. ¿Debemos entender por colonialismo toda forma de sometimiento de un territorio por la fuerza? En ese caso, el libro debía haber comenzado con Menes, el legendario unificador del alto y el bajo Egipto, que seguramente no logró esa unión mediante un referéndum, o con Sargón de Acad, fundador del primer imperio conocido en Mesopotamia. Pero nada de eso se menciona, pues el libro comienza con Colón. Ello es legítimo, pero se debería haber recordado que, antes de que Colón llegara a América, el mundo había conocido ya innumerables casos de sometimiento y de exterminio de unos pueblos por otros.

Como suele ocurrir en los libros colectivos, la calidad de los distintos capítulos varía mucho. El exterminio de los indígenas de las Antillas, por ejemplo, está en general bien narrado, pero repite el desacreditado tópico de que la Española tenía más de un millón de habitantes en 1492, cuando diversos investigadores -como recuerda oportunamente el traductor en una nota- han realizado estimaciones más verosímiles, incluso de tan sólo 40.000 personas. Esto no afecta a la responsabilidad moral de los colonos españoles, enérgicamente denunciados ya en su día por Bartolomé de las Casas, pero ayuda a entender por qué la combinación del abuso colonial y las nuevas enfermedades infecciosas llevó a tan dramático resultado. Lo más terrible es que episodios semejantes siguieron repitiéndose hasta la etapa final del colonialismo. El libro recuerda, por ejemplo el caso de los hereros de áfrica del Sudoeste, masivamente exterminados por los ocupantes alemanes tras su rebelión de 1904, en el que probablemente fue el primer genocidio del siglo XX.

Particular interés tiene el último capítulo, en el que se analizan las demandas de reparaciones por parte de los antiguos colonizados. Salvo en casos excepcionales, la reparación legal acompañada de indemnización resulta inviable, pero la reparación moral resulta obligada y exige la difusión, en las escuelas y los medios de comunicación, de los horrores que acompañaron a la expansión europea. Esto último no implica negar que en algunos aspectos la expansión europea ha tenido también consecuencias a largo plazo favorables para las gentes de otros continentes, aunque este libro de denuncia no sea el marco adecuado para analizarlas. Su cometido es otro y lo cumple bien.