Ensayo

Por qué soy cristiano

José Antonio Marina

15 diciembre, 2005 01:00

José Antonio Marina. Foto: Iñaki Andrés

Anagrama. Barcelona, 2005. 152 páginas, 14 euros

Este es un libro, sobre todo, convincente, y ello gracias a la capacidad argumental del autor y a la fluidez de su estilo. En realidad, no dice por qué es cristiano, sino bajo qué condiciones está dispuesto a dejar que se le considere cristiano. No es, pues, una apología del cristianismo, sino una crítica basada en la "Teoría de la doble verdad" del autor, que es el subtítulo del libro.

José Antonio Marina niega la posibilidad de que conozcamos las cosas tal como son "en sí" y eso supone que, en rigor, ni siquiera podemos saber si son "en sí". Por tanto, la verdad es aquéllo que "verifico"; verbo que etimológicamente significa "hacer verdadero", o sea "construir" una verdad como verdad. El sentido común le hace ver que muchos de nosotros coincidimos en aceptar como verdaderas -o sea en "hacer verdad"- muchas cosas, sobre las que basamos nuestra vida en común. Y a eso lo denomina "verdad pública", en contraste con aquellas "verdades" de cada uno de nosotros que no son "verificables" por los demás. Esas otras verdades son "privadas" y sólo pueden mantenerse como privadas. Pues bien, las creencias religiosas son verdades privadas para los que las tienen (o las "hacen") y no pueden constituir una norma de comportamiento común. La única norma de comportamiento común que vale la pena es la de que nos hagamos el bien los unos a los otros.

Marina da un paso más e interpreta la historia de la Iglesia a la luz de esa teoría de la doble verdad. El resultado es éste: Jesucristo existió pero no podemos "verificar" su verdadera historia, ni mucho menos que sea hijo de Dios y, además, Dios. No tiene fundamento, por tanto, creer que fundara la Iglesia, de cuyo desarrollo, por ello, sólo es verdad "pública" que se ha convertido en una estructura de poder. Con esto, la Iglesia ha dado lugar a un "cristianismo gnóstico", el de los que se creen únicos poseedores de la verdad. Consecuentemente, el autor aconseja a los católicos que tomen conciencia de la inverificabilidad de su fe y, en vez de hablar de fe, hablen de que tienen confianza: confianza en que se cumplirá la promesa que se atribuye a Cristo, sobre todo la de construir el Reino de Dios. Para José Antonio Marina, el Reino de Dios es justamente la vida física -mortal, la de ahora, la que todos consideramos verificable- sólo que transida por el hacer el bien de los unos a los otros.

Varios de los textos en que se apoya permiten una interpretación muy distinta y, además, uno disiente de bastantes puntos concretos -sobre todo los de carácter histórico-, pero no de la coherencia del razonamiento. El problema siguiente es que, de acuerdo con la noción de verdad de Marina, tampoco hay seguridad de la verdad "pública", o sea, la que todos o casi todos compartimos. No faltan filósofos que han llegado a la conclusión de que, si se duda de la existencia de Dios, hay que dudar necesariamente de la existencia de todo lo demás. Por ahí anduvo Sartre.

Y lo peor es que algunos han llegado a la misma conclusión existencialmente y lo que cuentan es que se han sentido abocados a la más espantosa situación. Al dudar de Dios, han dudado de la existencia de todo lo distinto de ellos mismos. Y eso aboca a una espantosa conciencia de soledad; una soledad que incapacita para saber si existe en realidad lo que tengo delante y hacia lo que dirijo mis pasos porque tiene "sentido". Y no deja el escape de dejar de existir; porque su propia naturaleza de duda implica que, si Dios existe, ya no puedo dejar de existir. Ahora hay que resolver este otro asunto. Personalmente, le agradecería a José Antonio Marina que echara una mano y añadiera el capítulo que lo resuelva.