Ensayo

Nuevo diccionario de teología

Juan José Tamayo

12 enero, 2006 01:00

Benedicto XVI. Foto: A.P.

Trotta. Madrid, 2005 992 páginas, 65 euros

El fin de año se ha descolgado con tres libros de tema teológico que marcan tres niveles de aproximación entre los que el lector interesado puede elegir (si es que no se decide por los tres, que sería sin duda lo mejor). El más alto es el que alcanzan los doce volúmenes de La Biblia comentada por los Padres de la Iglesia (Ciudad Nueva, 2005), un instrumento de trabajo y un océano de lecturas de inmenso valor.

El nivel más bajo, por voluntariamente sencillo, es el que se ha procurado mantener al redactar el Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica (2005 también), donde, en palabras contadas y sumamente medidas, se resume la quintaesencia del notable empeño teológico que fue el Catecismo de la Iglesia Católica (CEC, en latín) publicado en 1992. El Compendio quiere ser asequible a cualquier persona que sepa leer (u oír al que lee). Es al CEC sin embargo (al publicado y reeditado desde 1992, creo que por el mismo consorcio que edita ahora el Compendio) al que correspondería, en cuanto a nivel, el Nuevo diccionario de teología que ha coordinado Juan José Tamayo, que es la tercera primicia de estos días.

En realidad, se trata a mi juicio de dos obras complementarias que merecen ser comparadas: en el CEC se trazó un cuadro de gran envergadura con todo lo que atañe a la doctrina católica, cuadro en el cual lo teológico aparece como un elemento más (sumamente importante) pero de manera que se intenta evitar la acción reductiva que tiene toda teología, incluso la más ortodoxa y romana, cuando se la presenta como la panacea. Y en el Nuevo diccionario de teología se intenta compendiar el sinnúmero de problemas que quedan pendientes, precisamente, a los teólogos.

El CEC es un compendio de cristianismo (católico), lleno de textos sumamente enjundiosos, y el Nuevo Diccionario es un compendio de teología cristiana, en el que, voluntariamente, no se para a decir si esa teología es católica o protestante. Es una lástima que no se haya contado suficientemente con la teología de las iglesias ortodoxas, cada vez más dignas de que se tengan en cuenta, sobre todo por el registro que hay en su punto de partida (Dios como amor, antes de Dios como ser y como razón, que es lo que domina entre protestantes y católicos). El CEC, como obra de equipo en la que no aparecen los nombres de los autores, pudo tener al final una redacción unitaria, de una sola mano, que hace más fácil la lectura; el Nuevo Diccionario reúne un notable plantel de firmas y, consecuentemente, una también notable diversidad de calidades y enfoques.

En la presentación del Nuevo Diccionario de Teología, Juan José Tamayo lo introduce como un compendio de teología progresista frente a la teología oficial. Eso y bastantes giros introducidos en las diversas voces que componen el volumen le dan un tono defensivo (de una línea de pensamiento que se considera postergada) que, a mi entender, no hace bien al libro. Disuadirá a lectores que no quieran entrar en tal guerra. Quizás habría sido mejor presentarlo como lo que es: una exposición de problemas pendientes y de las múltiples vías de penetración por las que se puede seguir.

En puridad, quien quiera formar un juicio propio sobre el lugar en que hoy está el catolicismo tendría que conocer ambas obras: el Catecismo de la Iglesia Católica y el Nuevo Diccionario de Teología. El primero seguramente le sorprendería y el segundo le haría entender que la teología sigue siendo una aproximación tan humana que, cuanto más se estudia y avanza en ella, más llena se nos presenta de apasionantes incógnitas.