Ensayo

Perón. Tal vez la historia

Horacio Vázquez-Rial

12 enero, 2006 01:00

Perón y Evita en la Casa Rosada en 1950

Alianza. Madrid, 2005. 696 páginas, 24 euros

Con Juan Domingo Perón y Evita, que caracterizaron y en gran medida condicionaron la historia política argentina de gran parte del
siglo XX, se tiene la impresión de que, por la fuerza de su carácter y por la pasión con que se entregan a su destino, son personajes que pertenecen a la novela.

Y Horacio Vázquez-Rial (Buenos Aires, 1947), convencido de que "no hay diferencias esenciales entre la novela y el relato histórico de pretensión científica", construye con ellos, y con la impresionante cohorte de fieles y aduladores que los rodearon, un monumental y cautivador friso del peronismo.

El desfile de figuras que aparecen y desaparecen de la vida de Perón y Eva Duarte resulta tan variopinto, y cada uno de ellos mantiene una relación tan especulativa con sus propios orígenes -con las sucesivas máscaras con que recubren su representación y con su propio entorno- que no resulta artificiosa la aplicación de la técnica novelesca al monumental relato de Vázquez-Rial.

La obra está repleta de hallazgos y revelaciones, sin que por parte del autor se nos imponga ningún punto de vista político. Muy interesante resulta la descripción de las relaciones de Perón con la Alemania nazi, los desafíos de Evita, mientras la "jefa espiritual de la nación" marca su propio territorio y construye su poder, la labor del catalán José Figuerola y de Francesc Cambó en la construcción del peronismo, la misteriosa muerte de Juan, el hermano de Eva, en medio de las conspiraciones políticas que marcan la época, así como el enfrentamiento con la familia Duarte por las cuentas de Suiza, abiertas por Eva durante el famoso viaje a Europa de 1947.

El tono novelesco del trabajo se acentúa aún con las peripecias del robo del cadáver embalsamado de Evita y con la relación poco conocida entre Perón y Eugenio Holgado, el marido de su amante Cecilia, que será la madre de Lucía, la hija natural (y única) del general, con la que se reencontrará sólo a partir de la muerte de Evita.

Vázquez-Rial aduce que no le ha movido ninguna inquietud "alentada por la simpatía ni por el rechazo", porque "nunca fui peronista", aunque admite que fue "capaz de comprender que muchos lo fueran porque el movimiento tenía todos los atractivos de las revoluciones de la primera mitad del siglo XX". Es cierto que Perón alienta una concepción del Estado y del modelo económico "muy parecida" con la de otros líderes autoritarios de su época. Sin embargo, los tonos con que Evita se adueña del poder para congraciarse con sus "queridos descamisados de la Patria" son meros redobles populistas frente a los sombríos personajes que pueblan el tardoperonismo.

Vázquez-Rial dedica la última parte de su meritorio trabajo a los serviles y funestos albaceas que se apoderaron de la figura de Perón durante su exilio, en particular en Madrid, que dieron paso a la presidencia de Héctor Cámpora ("el servilismo fue el camino más adecuado para prosperar bajo el peronismo") y a la de su tercera esposa, Isabelita Martínez, que llevaba aparejado como ministro a su funesto secretario: el brujo López Rega, en uno de los episodios más desgraciados de la historia argentina.