Ensayo

Kokoro

F. Sánchez Dragó

19 enero, 2006 01:00

La Esfera. 216 pp, 16 e.

El ángel de la guarda de Fernando Sánchez Dragó, Oisinoid, entrevista a su protegido a propósito de su último harakiri en Kokoro, un libro ligero como un menú vegetariano sobre un tema de envergadura, la propia muerte. Dragó ha probado la muerte otras veces, y lo ha contado. Si el mordisco de un perro en Axum no fue fatal, tampoco lo ha sido su descenso al infierno del quirófano de hace un año, cuando se sometió a un arreglo de coronarias. Kokoro, en español corazón, se construye como una confesión de ultratumba y a la vez un manual de vida sana. Se ríe tanto de sí mismo, que acabamos viéndolo como un Sócrates abstemio sometido a una dieta propia de Diógenes el cínico.

Si en sus anteriores obras Dragó ya nos dejó un legado ético, en Kokoro da un coletazo a las puertas del más allá para arremeter contra la dieta mediterránea y la medicina homeopática. Lleva años cuidándose con carísimas píldoras, es un nervio, y ha pasado por siete matrimonios. Eso daña más que el colesterol. Se las ha apañado Dragó para revelarnos el éxtasis de su contacto con la muerte discutiendo con su ángel, resucitado y redoblado su talante de monje que fue guerrero. Apenas follo ahora, dice. Y es que fue en estas faenas cuando descubrió su insuficiencia cardiaca. No la palmó porque tiene pendiente escribir un par de obras y porque Naoko, su compañera, le dijo que se quedara. Lo mejor del libro, por cierto, es la descripción de la noche que siguió a la decisión de operarse, fundido con su japonesita de ojos de almendra y piel de nieve recién caída.

Al final no sabemos qué le ha hecho más daño, si ser madrugador, trabajador incansable, fumar porros antes de dormir durante años, o perseguir jovencitas. De dionisiaco ha acabado en apolíneo, pero cada vez más políticamente incorrecto. Ahora espera un cacharro de Nueva York con el que jugar a Dios desde el ataúd en el que medita.