Ensayo

Cómo el homo se convirtió en sapiens

Peter Gärdenfors

13 abril, 2006 02:00

Traducción de C. Martínez Gimeno. Espasa Calpe. 2006. 299 págs, 21’90 euros

Pensar, reunir conocimiento sobre el mundo y tener conciencia del pensamiento sobre nosotros mismos y sobre los demás son las capacidades desarrolladas por los seres humanos en el curso de la evolución. De cómo surgen esas capacidades, de cuáles son las fuerzas evolutivas que han generado el homo sapiens, quiere tratar este libro.

Siguiendo el patrón de sus propias conjeturas intenta encajar en él las piezas aportadas por los otros investigadores pero, como él mismo confiesa, el rompecabezas dista mucho de estar resuelto. Buena parte de nuestra capacidad de pensar se basa en la que ya existe en los restantes animales, sobre todo en los primates, y los distintos componentes de nuestro pensamiento van apareciendo más o menos en este orden a lo largo de la evolución: sensaciones, atención, emociones, memoria, pensamientos, imaginación, planificación, conciencia de uno mismo, libre albedrío y lenguaje. Ninguna de esas funciones es capaz de desarrollarse si no se asienta en las anteriores.

Un paso aparentemente pequeño pero fundamental en el proceso evolutivo es para el autor la creación en el cerebro de una especie de simulador, separado de los sistemas sensorial y motor, que calcula más rápidamente y anticipa el resultado de las órdenes dadas a los músculos. Esto permite tomar decisiones basadas no en el conocimiento directo del mundo sino en una representación, un "mapa" en el cerebro, sobre el que se podrá formar una imagen de lo que sucederá si se emprende una acción determinada; tal fuerza de imaginación es decisiva para el desarrollo de los procesos superiores del pensamiento. Esas representaciones separadas y sus procesos dinámicos inventados por los simuladores constituyen el "mundo interior" del animal que los posea. Y ésta es la tesis principal del libro: el desarrollo del mundo interior proporciona facultades cognitivas que han llevado sucesivamente a la evolución del lenguaje, a una transmisión cada vez más avanzada del conocimiento y a la cultura. Hay, siguiendo el análisis del autor, una conciencia experimental, la de ver, escuchar, sentir alegría o dolor, percepciones del mundo exterior, y otra reflexiva, la de pensar sobre las experiencias propias, la percepción del mundo interior, a la cual llama conciencia de uno mismo. Y entiende que los animales con un sistema nervioso suficientemente avanzado tienen sensaciones y percepciones pero probablemente sólo los humanos poseen conciencia de sí mismos. Esa conciencia, que empieza siendo un conjunto de sistemas del cerebro completamente independiente no queda unificada hasta que se desarrolla el lenguaje hablado que conexiona los diferentes sistemas y construye un "yo". Con todo, no es el lenguaje hablado el que genera la conciencia, ya que se trata de un fenómeno muy tardío en la evolución y la conciencia ya se había formado antes de su advenimento.

Pues bien, dice, la explicación más importante de por qué los humanos poseen un lenguaje y no los restantes animales es que tenemos un mundo interior mucho más desarrollado que contiene una imagen rica y elaborada de los mundos interiores de los demás. El desarrollo de formas avanzadas y flexibles de colaboración exige el acceso a representaciones separadas y la capacidad de comunicarse acerca de ellas. Sin esa comunicación no podríamos compartir visiones de futuro y, en definitiva, la aparición del mundo interior lo que ha hecho posible el surgimiento de formas de pensamiento superiores. Y, a diferencia del resto de los animales, podemos, como artistas, poetas o científicos, mostrarlas a los demás: nuestro destino biológico es seguir investigando los mundos del pensamiento.

El lector encontrará en el libro un cúmulo de razonamientos y opiniones favorables u opuestas que lo hacen asequible y ameno. No contento con ello el autor recurre como artificio literario a diálogos espaciados con un macaco rhesus, Egon de nombre, que sabe hablar, es muy respondón y de gran agudeza dialéctica.