Image: Xavier Zubiri. La soledad sonora

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Ensayo

Xavier Zubiri. La soledad sonora

Jordi Corominas y Joan Albert Vicens

11 mayo, 2006 02:00

Xavier Zubiri y Carmen Castro, en el puente de Zubiri

Taurus. Madrid, 2006. 960 páginas, 28’50 euros

Acostumbra a distinguirse entre quienes viven la vida y quienes se limitan a pensarla, como sería el caso de los filósofos "puros". Y, sin embargo, pensar la vida, o elevarla a concepto, puede ser una forma particularmente intensa de vivirla.

De ahí la tarea de que Goethe asignó en Poesía y Verdad a toda biografía digna de ese nombre: "presentar al biografiado en su época y mostrar hasta qué punto ésta se le opone o le favorece, cómo a partir de ahí el biografiado se ha formado una visión del mundo y del hombre y cómo, cuando es artista, poeta o escritor la ha reflejado en su obra". Que cuando es de naturaleza filosófica asume la forma de un mapa conceptual del Mundo, que siendo fruto y expresión de una época, es capaz, en algunos casos señeros, de trascenderla.

Importa, ante todo, subrayar que la monumental biografía de Xavier Zubiri que motiva estas líneas sigue fielmente el diseño goethiano. Lo que hace de ella no sólo una impresionante aportación al conocimiento público de los datos centrales de la trayectoria vital de un filósofo tan poco dado, mientras vivió, a ocupar primeros planos como Zubiri, sino todo un repaso, sobrio y excelentemente orientado, de la historia cultural europea del siglo XX. "Hombre de realidades", a quien siempre inquietó la pérdida de "sentido de la realidad" por parte de una razón reducida en el transcurso de la modernidad a la condición de mera organizadora de la experiencia, Zubiri fue uno de los últimos pensadores sistemáticos. Algunos cifran lo mejor de su obra en las hondas páginas que dedicó a la condición humana, hecha -para él- de inteligencia, de sentimiento, de pasiones. Es posible. Pero lo que realmente le diferencia es un sostenido intento de fundamentar un realismo metafísico, superior tanto del viejo realismo "ingenuo" como del subjetivismo moderno de razón cartesiana. Y ese intento debe ser entendido, como bien razonan los autores de esta biografía, en y desde las coordenadas de aquella historial cultural.

A diferencia de Ortega, Zubiri nunca fue un hombre público. Pero desde su cátedra madrileña, primero, y a través de los místicos cursos que interpretó bajo los auspicios de una fundación privada, ejerció una enorme irradiación cultural. Ahí están los datos: desde la revista "Escorial" a la evolución intelectual de los llamados "falangistas liberales", desde su constante esfuerzo por colaborar, sin merma de su independencia, a la puesta al día de lo mejor del pensamiento católico espa-
ñol... En la estela de la recuperación de su figura, no faltan quienes dan en adjetivar su empeño filosófico como "premoderno", como fruto de una singular "operación retorno" que habría ido alejándole pro-
gresivamente de las tensiones, objetivos y convenciones de la filosofía del siglo XX. Pero ni siquiera ellos le negarían lo que "de suyo" le pertenece: su condición de gran clásico de la filosofía española.