Ensayo

El conocimiento del amor

Martha C. Nussbaum. Traducción de R. Orsi y J. M. Inarejos. Visor, 2006. 694 páginas, 32 euros

25 mayo, 2006 02:00

The lovers (1928), de Magritte

Ahora que sobre la Universidad española se cierne el peligro de desmantelamiento de su verdadero cometido cultural, no es mal momento para recuperar uno de los primeros libros de esa brillante defensora de la importancia del cultivo de las humanidades para el desarrollo de una sociedad plenamente democrática que es Martha Nussbaum, catedrática de Ética y Derecho en la Universidad de Chicago.

Porque, en efecto, este volumen resulta un buen antídoto para combatir esa rendición que se pretende en nombre de sesudos vocablos como los de "calidad" o "convergencia europea", a menudo vacíos de otro contenido que no sea el tecnocrático afán de hacer de la universidad un centro superior de formación profesional simple y directamente orientado a los intereses del mercado.

Algo tardíamente traducido al castellano (el original inglés data de 1990), El conocimiento del amor. Ensayos sobre filosofía y literatura es, sin embargo, un texto repleto de interés y actualidad. En él hallamos las mejores virtudes que han proporcionado su justa fama a otros destacados trabajos de la autora: una hábil conjugación de ensayismo e investigación erudita sobre temas situados en el cruce entre literatura y filosofía, cuya finalidad última es reivindicar la relevancia de estas cuestiones para la forja de una opinión pública madura y responsable. Dista así bastante Martha Nussbaum (Nueva York, 1947) de toda frivolidad posmoderna en su acercamiento a los textos literarios. No pretende con ello disolver a la filosofía en el terreno de la ficción, sino dotarla de nuevos instrumentos para encarar la exigencia contemporánea de complementar valores cosmopolitas con un insoslayable pluralismo. Para Nussbaum, la literatura constituye, pues, un medio educativo de primer orden, que permite afinar nuestro conocimiento de la realidad y, por consiguiente, posibilita una respuesta mejor fundada a los retos éticos del presente.

En La fragilidad del bien (1986) ya mostró el decisivo papel jugado por la tragedia clásica en la transmisión de valores cívicos a la comunidad. En Justicia poética (1996) hizo lo propio con la novelística moderna. El conocimiento del amor se sitúa cronológicamente entre ambas obras y recopila un total de quince artículos, donde se alternan las referencias a Platón, Aristóteles o los trágicos griegos con otras a Charles Dickens, Marcel Proust, Samuel Beckett o Henry James. Aunque los ensayos conservan su carácter independiente, Martha Nussbaum ha sabido dotar de unidad al conjunto mediante notas que interconectan los capítulos y, sobre todo, mediante un primer capítulo introductorio, donde una excelente exposición de su biografía intelectual patentiza la coherencia de toda su trayectoria. Nussbaum nos cuenta así, a la luz del leit-motiv que da título al libro, cómo su temprano amor por los clásicos de la literatura fue haciendo madurar su convicción de que ciertas cuestiones filosóficas podían hallar en ellos un tratamiento más adecuado que bajo el enfoque generalizador e intelectualista propio de la filosofía académica. Una convicción que se sustancia aquí en la tesis de que existe una conexión profunda entre las formas características de la poesía trágica o la novela y los contenidos que éstas relatan, relativos al valor de las emociones o a la importancia ética de la contingencia, de manera que dichas formas se hallan mejor capacitadas para expresar ciertas dimensiones de la existencia humana.

Su insistente polémica con las dos teorías morales preponderantes en la actualidad, kantismo y utilitarismo, también halla aquí su fundamento. La profesora Nussbaum (que colaboró durante años con el economista Amartya Sen, premio Nobel en 1998) discute la pretensión de subsumir la conducta moral bajo reglas abstractas que desatienden el contexto particular y el papel de las emociones en la deliberación racional. Lejos de ser un simple estorbo, sentimientos como el amor o la compasión pueden dotar a las éticas formales del sustrato motivacional para un firme compromiso en el logro del bien común. De ahí su insistencia en la capacidad de las obras literarias para despertar nuestra imaginación y, con ella, tanto la empatía con el otro cuanto la riqueza de un pensamiento cualitativo, complejo y plural.

Se podrá objetar que, frente a constataciones como la de Sloterdijk de que los poderes deseducativos le han ganado la partida a la formación humanista en una sociedad dominada por el ocio consumista, estas tesis suenan a trasnochada utopía. No obstante, la enseñanza dictada por esas "criaturas aladas" que pueblan el universo literario permite a Martha Nussbaum otra lectura posible, donde, más que lamento por esplendores perdidos, hay una apuesta de futuro, claramente consciente de la fragilidad de todo proyecto humano e incluso de que, por decirlo a medias con palabras de Marcel Proust, lo nuestro no es tanto volar, cuanto aprender a caer con estilo.