Una teoría de la libertad
Philip Pettit
25 mayo, 2006 02:00Philip Pettit, profesor en princeton, vuelve a sembrar la polémica
No son escasas las paradojas, las contradicciones e incluso las aporías de la libertad. Tampoco es extraña la decisión de disolverlas con una ocurrencia o de resolverlas con una teoría. Y una teoría es lo que pretende ofrecer Philip Pettit; una teoría en la que los presupuestos, las condiciones y los efectos de la decisión y de la acción libres sean considerados, tanto desde el punto de vista individual (psicológico y moral) como desde el punto de vista colectivo: social y político.
Esmero indudable y éxito dudoso hay en su propuesta: la de establecer un vínculo a priori entre la libertad y la responsabilidad y enviar una y otra al ámbito del discurso, según cuya lógica y constricciones se producirían las acciones libres.
Quizá no sea objetable el vínculo entre libertad y responsabilidad. Sí lo es, por el contrario, el tipo de relación entre ambas que Pettit utiliza como presupuesto. Y lo es más cuando el autor apenas se preocupa de explicar qué entiende por sujeto de la una y de la otra. Esa laguna opera a lo largo de todo el libro. Y si es un serio obstáculo para aceptar la interpretación que ofrece el autor de la libertad individualmente considerada, aún lo es más en los últimos capítulos del libro, en los que se trata de la libertad considerada desde el punto de vista de la acción colectiva.
Inspirado por una determinada concepción del republicanismo cívico -que Pettit había elaborado en un libro anterior de notable éxito- e instruido por un nada discutible horizonte democrático y democratizador, la teoría de la libertad se pone al servicio de un plan sociopolítico que concibe, precisamente, la democracia como tarea y la idea republicana como ejemplo y modelo.Bueno es el propósito, menos convincente es el resultado. En ausencia de una conceptualización adecuada del sujeto político, las decisiones al respecto de la libertad se sostienen más por voluntad que por rigor. Philip Pettit nombra un problema. Y es el problema de la libertad en las sociedades complejas. Quizá ese problema, en el que, sin duda, habrá que insistir, tiene más aristas de las que puede limar una teoría.