Ensayo

Un amigo de Hitler

Ian Kershaw

8 junio, 2006 02:00

Ian Kershaw. Foto: Fabrizio Bensch

Traducción de J.M. Alvarez Flórez. Península, 2006. 464 páginas, 29 euros

La política de apaciguamiento -appeasement- que intentaron practicar la Gran Bretaña y Francia, frente a los propósitos totalitarios de Hitler, ha terminado por convertirse en el paradigma de la actitud equivocada de quienes creen que se puede conseguir la paz a base de ceder a las amenazas y al chantaje de los enemigos de la democracia y de la libertad.

Churchill dijo entonces -y la frase se ha repetido mucho, significativamente, en los últimos meses- que, puestos a elegir entre el deshonor y la amenaza de guerra, ambos países eligieron el deshonor en la conferencia de Munich. "Pero tendrán la guerra", advirtió el político conservador. Los motivos que llevaron a esta opción son, en cualquier caso, más profundos de lo que pudiera pensarse y no pueden ser reducidos exclusivamente a un cobarde oportunismo. Existía la dura experiencia británica en la guerra europea de 1914 y la falta de confianza que las clases rectoras europeas experimentaban hacia las instituciones democráticas en la nueva sociedad de masas. Una clase dirigente, que había tenido siempre un fuerte tono aristocrático, presenciaba una pérdida acelerada de protagonismo.

Uno de los miembros de esa clase aristocrática era Lord Londonderry, séptimo marqués del mismo título, que representaba a la nobleza más adinerada y antigua del Reino Unido. Era descendiente de Castlereagh, el ministro de asuntos exteriores británico durante el congreso de Viena, y primo de Winston Churchill. Entre 1931 y 1935 fue ministro del Aire -en alguna medida por la extraña intimidad que tenía su mujer con el primer ministro MacDonald- y, a partir de esa fecha, fue un conocido amigo de los dirigentes nazis y partidario del buen entendimiento con Alemania. Su figura pudo servir de inspiración a una novela de Kazuo Ishiguro (Los restos del día, Anagrama) que fue llevada al cine por James Ivory en 1993 con el título de Lo que queda del día.

Para entonces, la figura de Lord Londonderry ya había atraído la atención de sir Ian Kershaw, un antiguo medievalista reconvertido en historiador de la República de Weimar y de la Alemania nazi. Su biografía de Hitler se ha convertido en una de las grandes aportaciones para conocer al fundador del nazismo. En 1991 Kershaw visitó la casa señorial de los Londoderry en Irlanda del Norte, en donde atrajo su atención una figura de porcelana de Meissen que representaba a un miembro de las SS con un casco y la bandera de la cruz gamada. Eso le decidió a tratar de esclarecer las circunstancias que habían permitido que un miembro de la más rancia aristocracia británica llegase a confraternizar con personajes como Goering o Ribbentrop, y hacer entusiastas dedicatorias de sus libros al propio Hitler.

Kershaw ha descartado presentar a Londonderry como un pro-nazi, pero sí como un político de viejo cuño, mal avenido con las exigencias de una sociedad democrática, en la que no confiaba. En buena medida, el libro es la historia del declive de la clase dirigente a la que pertenecía Londonderry.

La edición original inglesa, cuyo título hacía referencia a los que quisieron ser amigos -compañeros de viaje- de Hitler y al camino que condujo al Reino Unido hasta la guerra ha sido traducida, en esta versión española, con un título tan desconcertante como inexpresivo, que podría sugerir que se trató de una experiencia excepcional y aislada. El contenido, en cualquier caso, es otra obra espléndida de Ian Kershaw, que nos devuelve el clima de aquellos años treinta en el que no fueron pocos los que pensaron que se conseguiría la paz cediendo ante los que atentaban contra la dignidad de las personas.