Ensayo

Confesiones de un diplomático

Inocencio Arias

22 junio, 2006 02:00

Inocencio Arias. Foto: Javi Martínez

Planeta. Barcelona, 2006. 420 páginas, 22 euros

A quien no le interese la alta política internacional, las últimas guerras del planeta o el lugar de España en el mundo, este libro le atrapará de todos modos, porque aquí se nos habla también de cine y de fútbol. Inocencio Arias, ahora cónsul general en Los ángeles, tras un largo periplo como diplomático por Bolivia, Argelia, Portugal y Nueva York, sigue ejerciendo de almeriense. Fue directivo del Real Madrid y actor con Berlanga. En este libro nos ofrece una memoria intensa y detallada de sus últimos años profesionales, en especial los de sus siete como embajador en la ONU.

Después de leerlo no sólo habremos aprendido mucho de este organismo, sino también Historia del siglo XX, de Estados Unidos y de la condición humana. Y entenderemos muchas cosas. La foto de las Azores, por ejemplo. El núcleo del libro de Arias está en el acontecimiento que cambió la historia del mundo, el atentado a las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001. Inocencio Arias explica minuciosamente todas las circunstancias que confluyeron en la creación del clima bélico y que produjo la guerra de Iraq, y defiende que la teoría de que Blair y Aznar rompieron la unidad europea no se tiene en pie. Se pregunta Arias si la entrada de España en el Consejo de Seguridad de la ONU, a la larga, nos perjudicó. Si no fue una bomba de relojería para el gobierno del PP. Nos ambienta en el sentimiento y el estado de ánimo de los americanos con el relato de la ceremonia de los Oscar de 2003, lanzada ya la operación militar contra Iraq, donde Almodóvar se portó bien y Michael Moore se llevó todos los abucheos.

Arias nos lleva a la guerra de Afganistán, nos presenta los antecedentes de cada conflicto y nos ubica magistralmente en su corazón. Así, cuando describe la papeleta de Colin Powell en la ONU, donde debía convencer de la evidencia de armas de destrucción masiva en poder de Sadam Hussein, se remonta a la mítica intervención de su antecesor Stevenson en plena crisis de los misiles con Cuba. El testimonio de Arias, uno de los protagonistas del tenso periodo de negociaciones en el seno de la ONU, en los meses previos al ataque a Irak, es de enorme valor. Nos queda claro que los informes que se esgrimieron para apuntalar la necesidad de una intervención armada merecían el dictamen de Powell cuando los lanzó al aire diciendo que "todo esto es una mierda".

Engancha como una novela todo ese grueso tronco del libro dedicado a entender por qué Bush se empeñó en la invasión, y por qué Sadam fue incapaz de evitarla. Otros detalles captan nuestro interés y nos ponen sobre aviso o nos confirman nuestras sospechas. No vacila Arias al confesar esa torpe decisión del ministerio que le pidió dejar de hacer declaraciones a la prensa, en un ataque de celos, cuando España entró en el Consejo de Seguridad. Tampoco se corta, sin dejar de ser suave y elegante, a la hora de comentar la "fauna onusiana", tan afectada por su cargo e incapaz de abandonar los asuntos graves y la etiqueta, de relajarse un poco. Acompañando a Arias, lamentamos que las intérpretes de la ONU no alcancen la vistosidad de Nicole Kidmann o que el salmón sea omnipresente. Nos anotamos el menú de la cocina de la embajada griega en Nueva York.

No elude el autor la realidad de que en EE.UU, y no menos en Europa, muchos tienen a la ONU por una "caja de cotorras" que discursean fútilmente. Hace el esfuerzo de recordar tantos casos en que la ONU se ha mostrado ineficaz, irresponsable, como en la guerra de Yugoslavia, las matanzas de Ruanda o El Congo, y sus asignaturas pendientes. América es otro continente, concluye, pero no se muerde la lengua para señalar la ignorancia europea, siempre atenta a si Bush pierde puntos o Schwartzenegger se mantiene.