Imprenta moderna. Tipografía y literatura en España...
Andrés Trapiello
6 julio, 2006 02:00Andrés Trapiello. Foto: Begoña Rivas
Hoy en día las publicaciones impresas no pasan sus mejores momentos. Mientras pende la amenaza de extinción de los soportes de lectura en papel, indudable para algunos, todo parece concitarse en su contra. El mercado se llena de libros llamativos pero de no muy buen gusto. El lector, en especial los jóvenes, no aprecia el objeto libro. Los estudiantes se han habituado a la fotocopia y la prefieren, incluso sin compensar el coste, porque se ha perdido esa comunicación casi afectiva de otras generaciones. En este contexto, ha de recibirse con interés el trabajo de Andrés Trapiello Imprenta moderna, lleno de entusiasmo por la labor de editores y tipógrafos, un recorrido amplio y selecto por libros y revistas literarios a partir de la Restauración, según acota el subtítulo, Tipografía y literatura en España. 1874- 2005, aunque la parte mayor se centra en la primera mitad del siglo XX. Una cita de Juan Ramón Jiménez abre la monografía indicando su propósito principal: "En edición diferente los libros dicen cosa distinta".En toda obra literaria publicada se dan elementos paratextuales -dicho con el término utilizado por la crítica teórica- que orientan, marcan y hasta definen su sentido. La cubierta, la tipografía, el papel, la encuadernación, el tamaño… influyen, y todos estos componentes los desmenuza Trapiello en un recorrido histórico sostenido en múltiples ejemplos. Unas veces advierte la falta de correspondencia en su doble dirección entre forma y fondo (buenos textos mal presentados, y al revés). Otras alaba las aportaciones y buen gusto de tipógrafos, impresores o editores puros, más bien raros, porque los casos más insignes los encuentra entre poetas y escritores ligados a la tipografía, a la cabeza de los cuales coloca a JRJ, seguido de cerca por Altolaguirre. Y con frecuencia lamenta la pobreza tipográfica española.
Los comentarios sobre los aspectos formales de la edición literaria subrayan los rasgos tipográficos, se detienen en las influencias externas, trazan su evolución histórica en nuestro país, ampliada fuera con referencias a la labor de los exilados republicanos. Así el autor corrobora el decir juanramoniano, y lo desborda, pues observa las relaciones entre presentación y contenido en una única estampación. Parte Trapiello de una base documental muy extensa, declara numerosas veces su devoción por el complejo entorno del libro y demuestra un conocimiento profesional de la imprenta moderna. Con estos mimbres podría esperarse un frío estudio erudito, pero su libro es muy otra cosa. Es una crónica viva, animada, subjetiva, con un pie en lo autobiográfico y otro en la crítica literaria. En todo momento busca la expresión de opiniones personales con un cariz polémico bastante arrogante. El trabajo no sigue el estilo habitual en la investigación, sino el de un ensayo desenfadado donde los datos se salpican con pequeñas maldades, humoradas sin mucha gracia y sarcasmos.
Enseguida se ven las ganas de provocar. En ocasiones se trata de zurriagazos, como las insistentes reservas contra Ortega ("entiende de lo que no comprende") o las denuncias de Jorge Guillén por plagiario. La discrepancia con opiniones de Juan Goytisolo se transforma en descalificación personal. Estas actitudes tienen un alcance ideológico explícito, presentado con voluntad de reto. Por ejemplo, enaltece la literatura y la cultura del interior tras la guerra con el propósito de desacreditar el exilio. Rebaja al máximo las dificultades de lectura en el primer franquismo. Y persigue con vehemencia todo lo que suene a izquierdismo, cayendo con gusto en la boutade o la digresión hiriente.
El autor sabrá por qué da este sesgo politizado a su libro. Y por qué no ha revisado repeticiones literales poco costosas de evitar. E incluso por qué cae en algún tópico como atribuir a Barral la "decisión de no editar Cien años de soledad, cuando se sabe (Joaquín Marco lo ha detallado) que no fue exactamente así. En cualquier caso, tiñe la crónica de este oficio humanista que conoce bien con meditada parcialidad.