Parménides
Martin Heidegger
20 julio, 2006 02:00Martin Heidegger. Foto: Archivo
Poco a poco se van publicando los cursos que Heidegger fue impartiendo en su trayectoria universitaria. Se trata de un ingente material que tiene la ventaja de la forma didáctica de un escrito redactado para ser leído y discutido. Muchas de las restricciones mentales que son características de la obra exotérica de este filósofo, la que fue publicando en vida, desaparecen en esos cursos.Es fascinante advertir cómo el acontecimiento -histórico, político- va incidiendo en consideraciones tan alejadas de la coyuntura como el recorrido del Poema de Parménides, la filosofía presocrática, el inicio de la historia del olvido del ser a partir de Platón, y la clausura de la metafísica en Nietzsche, o en Rilke. Se lee el texto como si hubiesen dos discursos paralelos: el hilo conductor reflexivo, estrictamente filosófico, y una especie de río Guadiana que aparece con intermitencia, delatando los arrière-pensées del filósofo y de su audiencia. Y es que el curso que aquí se publica se dictó entre 1942-43, un momento particularmente sensible en el rumbo de los destinos de Alemania, de Europa y del mundo.
En estas lecciones se puede seguir a un Heidegger extraordinariamente preocupado con el destinto histórico de su país, sólo que se debe al tema del que los cursos tratan. Pero la procesión va por dentro, y en momentos cruciales del curso se puede descubrir. Estos cursos tienen, además, la ventaja de que el ejercicio docente exige un relajamiento de la máscara algo hierática que asume el pensador cuando se enfrenta a un público anónimo a través de sus publicaciones habituales. Por esta razón el filósofo deja los coturnos del que oficia demasiadas veces de oráculo del pensamiento, y se digna polemizar de forma franca con los pensadores del día, sin escatimar golpes certeros (por ejemplo, a Spengler).
Temas que son tratados con circunspección en sus publicaciones se abordan con mayor soltura. Un ejemplo: se afronta la cuestión relativa a "lo abierto" en la Octava Elegía de Rilke, tema importante de un texto de su libro Holzwege, Caminos de madera. Pero aquí el tema conduce a una confrontación franca con el poeta, en el que se descubre una metafísica sospechosa de naturaleza vergonzante: ha oído campanas, pero no sabe donde. La dureza de la crítica es llamativa, ya que es notoria la gran influencia del poeta sobre el pensador. Heidegger recorre el mismo argumento que en su célebre texto de Holzwege: la inversión entre la relación hombre/animal, le lleva a Rilke a invertir la natural manera de pensar lo abierto y lo cerrado. Como si sólo el animal "viera lo abierto", al tiempo que el hombre, bajo el signo de la modernidad, se hallase siempre encerrado en el círculo -sujeto/objeto- de la reflexión, o de la condena a estar siempre girado sobre sí mismo.
Descubre en Rilke eso mismo que él había "invertido" en Ser y tiempo, donde el existente -Dasein- se reconoce en su condición de abierto al mundo. Abierto a través de sus formas de encontrarse (los "estados de ánimo") y de los modos de comprensión. Abierto sobre todo en la articulación e interpretación de esa comprensión en la palabra. Y sobre todo en la cura (cuidado, Sorge) que define la existencia misma asumida en su verdad ontológica. Se examina en estas lecciones, en un pasaje breve pero revelador, la noción rilkeana de criatura, lo que le sirve a Heidegger para exhibir su magnífico conocimiento de la cultura medieval. Por una vez, el menos amigo de la música de todos los pensadores se refiere, como cortesía con la audiencia, y acaso por la época de Apocalipsis que comienza a vivirse en Alemania, al Réquiem de Verdi. Uno de los aspectos más vulnerables del filósofo de la Voz es la omisión de la música en su obra.
Destaco este ejemplo, refiriéndome a algunas escasas páginas del texto, para que el lector pueda aspirar el perfume de esta reflexión admirable, que va circulando por los grandes topoi de este pensador, relativos al concepto de verdad como des-ocultamiento, y al juego de ocultación/des-ocultación en donde la verdad se instala en la existencia: una forma de ser en la que no es posible que ninguna criatura pueda participar, por mucho que posea rasgos de excitabilidad animosa, como el animal. Los grandes hallazgos de Heidegger van desfilando por estas páginas. También sus reincidencias, sus puntos flacos, o lo que hoy puede parecernos caduco de su filosofía en ocasiones excesivamente peraltada.