Ensayo

El eclipse de la democracia. La guerra civil y sus orígenes

Gabriele Ranzato

4 enero, 2007 01:00

Traducción de Fernando Borrajo. Siglo XXI. 691 páginas, 24 euros

La polémica acerca de la memoria histórica ha puesto de manifiesto que, setenta años después de su inicio, el recuerdo de la guerra civil sigue siendo causa de discordia. Superados sus efectos políticos con la transición democrática, la hora actual debiera ser sin embargo la del respeto a todas las víctimas y la difusión de la verdad histórica. Una verdad que se conoce ya en sus rasgos fundamentales, aunque siempre quedarán temas por investigar, y resulta accesible a todo aquél que esté dispuesto a estudiar el tema sin prejuicios. Un libro muy adecuado para aproximarse a ella es El eclipse de la democracia. La guerra civil española y sus orígenes, 1931-1939, del historiador italiano Gabriele Ranzato, que acaba de publicarse en una cuidada traducción española.

Ranzato no ha realizado una investigación de primera mano, sino una excelente síntesis de lo que se ha estudiado sobre el tema en las últimas décadas. No oculta su deuda con muchos estudiosos españoles y extranjeros, entre los cuales los que más a menudo cita son Burnett Bolloten, Santos Juliá, Stanley Payne, Paul Preston y Javier Tusell, pero su libro resulta novedoso por su capacidad de analizar con lucidez y ponderación las cuestiones más intrincadas de la historia política española en los años treinta, situándolas siempre en el conflictivo marco europeo. No todos estarán de acuerdo con los detalles del cuadro que traza del nacimiento, desarrollo y trágico final de la II República, porque el conocimiento de los hechos históricos nunca excluye los matices en la interpretación, pero no se puede negar la honestidad con que se enfrenta a los problemas.

Respecto a los años previos a la guerra, Ranzato no ofrece una imagen idílica de la democracia republicana. Señala, por ejemplo, como el anticlericalismo del primer bienio provocó un irrevocable divorcio entre la República y la casi totalidad de los católicos, y hace notar que, en parte debido a la tradición de falseamiento electoral que había caracterizado al régimen monárquico, la aceptación del veredicto de las urnas no había arraigado en la cultura política española, como demostraron las izquierdas a raíz del triunfo del centro y la derecha en 1933. Destaca por otra parte la ferocidad que desde el primer momento mostraron los rebeldes de julio de 1936, dispuestos a imponerse definitivamente por el terror. Su triunfo se debió en parte a motivos internacionales, desde el momento en que París y, sobre todo, Londres optaron por no impedir el apoyo de Hitler y Mussolini a Franco, especialmente por temor a la revolución triunfante en la mitad de España en que el alzamiento militar fracasó. La República se echó entonces en brazos de la Unión Soviética, la única potencia que le dio ayuda, y ello contribuyó a un rápido aumento de la influencia de un PCE hasta entonces bastante débil. Los comunistas encarnaron la política de dar primacia al esfuerzo bélico y Negrín optó por apoyarse en ellos. Así es que, concluye Ranzato, la democracia se eclipsó totalmente en la España de Franco, y casi totalmente en la España republicana, primero debido a la revolución violenta protagonizada por los anarquistas y los socialistas de izquierda, y más tarde por la política comunista, que parecía encaminada a establecer una "democracia popular" del tipo de las que Stalin impondría años más tarde en la Europa del Este. Franco, por su parte, implantó una dictadura personal, influida por el modelo fascista pero mucho más anclada en el pasado y, durante muchos años, tremendamente sanguinaria en su prolongada persecución de los vencidos.