Ensayo

Olympo, I y II

Dan Simmons

18 enero, 2007 01:00

Carlets

Trad. de Rafael Marín Trechera. Ediciones B. Barcelona, 2006. Tomo 1: La Caída. 415 págs. 20 euros. Tomo 2: La Guerra, 473 págs. 20 euros

Los lectores han tenido que esperar dos años hasta ver en sus manos este Olympo, en dos tomos, conclusión de la saga iniciada por Dan Simmons en Ilión, y que cierra uno de los proyectos más ambiciosos en la actual narrativa de ciencia-ficción. Exuberante, divertida y heterodoxa space-opera donde Simmons reinventa la guerra de Troya en clave futurista, con el Olimpo trasladado al monte Olimpo, en Marte, y los dioses griegos convertidos en post-humanos caprichosos que asisten al desarrollo de la guerra de Troya cual burgueses aburridos ante un reality show.

Esta apuesta casi suicida de tetralogía homérica sale gallardamente airosa gracias a la imaginación de Simmons, a su eficaz pulso narrativo y, sobre todo, a su sentido del humor. El hilo conductor de la saga es Thomas Hockeenberry, un erudito del siglo XX, doctorado en clásicas, que ha sido "resucitado" por los dioses para emplearlo como escólico, es decir, uno de los especialistas en la guerra de Troya que informan puntualmente a las musas del desarrollo del asedio de Troya, vigilando para que los acontecimientos no se desvíen del guión homérico.

La tecnología cuántica empleada por Zeus y sus compinches permite salvar la presencia divina en la Ilíada mediante una hipótesis (parafraseando a Borges) fantástica, pero no sobrenatural. Así, Atenea detiene el tiempo para revestir a Diomedes de armas extraordinarias que permiten al guerrero griego enfrentarse no sólo a todo el ejército troyano sino, como cuenta el propio Homero, al mismísimo Ares y a Afrodita. La invulnerabilidad de Aquiles, resuelta en términos de probabilidad cuántica, es uno de los grandes ases que Simmons guarda en la manga hacia el final de la novela.

Con todo, Homero no es más que la viga principal de un edificio metaliterario apuntalado con docenas de referencias explícitas e implícitas que incluyen, entre otros, a Shakespeare, Proust, Virgilio, Browning, Wells y Nabokov. Otro escenario de la novela (llamado Ardis Hall, en claro homenaje a Ada o el ardor) se centra en la existencia pacífica y pluscuamperfecta de unos cuanto humanos que viven, como los perezosos eloi de La máquina del tiempo, sin sospechar la amenaza que pesa sobre ellos. El tercer cabo suelto, y quizá el más atractivo, lo forman una pareja de moravecs, robots medio orgánicos que velan por la buena marcha del Sistema Solar, uno de los cuales es un devoto shakespereano que ha desarrollado una teoría acerca del carácter teatral de los Sonetos, y el otro un lector impenitente de Proust. No es de extrañar que Olympo, inesperadamente, vaya dedicada a Harold Bloom.
Simmons necesita casi mil páginas para desarrollar la expedición de los moravecs a la Tierra, la lucha de los habitantes de Ardis Hall por recuperar la memoria de la raza humana y la rebelión contra los dioses que encabezan Aquiles y Héctor al final de Ilión. Los moravecs ayudan a griegos y troyanos mientras Odiseo salta de un universo a otro y la Ilíada, poco a poco, va siendo usurpada por la Eneida. Los episodios se ramifican y las tramas se superponen hasta que de repente todas las historias van a desembocar en una sola. El lector, perplejo, admirado y un tanto fatigado, comprende que La Tempestad es el texto matriz que subyace a la novela, con una fantástica recreación de Próspero, Calibán, Sicorax y un monstruoso Setebos extraído del poema de Browning.

Aunque excesiva a todas luces y desbocada en algunos pasajes (el viaje de Harman por el Himalaya o el descenso wagneriano de Aquiles y Hefesto al Tártaro en busca de los Titanes), Olympo mantiene el tono entre épico y humorístico de su antecesora en una audaz, afortunada y heterogénea combinación de estilos y géneros que va del postmodernismo al best-seller, y de la física cuántica al comic manga. Pero merece la pena una excursión a un mundo donde la invención de los universos paralelos brota de un párrafo de Proust sobre Renoir que recuerda un robot ciego.

Dan Simmons

Nacido en 1948, Dan Simmons es un escritor prolífico y todoterreno que ha abordado multitud de géneros: terror (Un verano tenebroso, La canción de Kali, Vampiros de la mente), suspense (The Crook Factory, El bisturí de Darwin) y sobre todo, ciencia-ficción, donde ha cosechado sus mayores éxitos. Hyperion, una impresionante revisión de Chaucer, es probablemente su obra más representativa hasta la fecha y la que mejor muestra todas sus virtudes y defectos: agilidad narrativa, imaginación fabulosa, erudición desbordante, pero también tono de best-seller y exceso de equipaje. Como ocurre en buena parte de la actual narrativa de ciencia-ficción, raro es el libro de Simmons que no desborda las mil páginas. Aunque el díptico final de Hyperion (como sucede en Olympo) parece lastrado por esa obsesión de exprimir sus historias al límite, sorprende la habilidad de Simmons para enhebrar una trama ligera y espectacular con una honda reflexión metaliteraria.