Ensayo

La Casa de Alba

J. L. Sampedro Escolar

15 febrero, 2007 01:00

El III Duque de Alba, retratado por Tiziano (detalle)

La Esfera de los Libros, 2007. 528 páginas, 29 euros

La idea de la persistencia en la historia no resulta, a estas alturas, demasiado innovadora pero nos sigue poniendo en guardia frente a quienes siempre hacen un excesivo énfasis en los elementos innovadores dentro de los procesos de cambio histórico. Es lo que pasa con la aristocracia que, durante muchos siglos, estuvo en la cúspide del ordenamiento social y político, asentada sobre un entramado de leyes privativas -de ahí la idea de "privilegios"- que aseguraban el poder económico del grupo.

Sólo con la revolución ilustrada y liberal del siglo XVIII, que se asentaba sobre la idea de la radical igualdad de todos los seres humanos, se terminaría de trastocar ese orden hasta desembocar en las actuales sociedades democráticas. En España, el final de ese largo proceso pareció plasmarse en la Constitución de la Segunda República, de 9 de diciembre de 1931, cuyo artículo veinticinco estableció que el Estado no reconocía "distinciones y títulos nobiliarios". El proceso, sin embargo, no acabaría ahí y todavía hoy, en pleno siglo XXI, la aristocracia sigue disfrutando de alta consideración social en muchos países, aunque ya no disponga del respaldo legal y económico sobre el que asentó su preeminencia durante siglos.

En ese sentido, tal vez no haya familia que ejerza una fascinación mayor que la Casa de Alba, titular del ducado de ese nombre, que ha tenido dieciocho poseedores desde mediados del siglo XV, aunque el señorío de Alba tuviese su inicio en 1429, cuando el rey Juan II otorgó el señorío de Alba de Tormes al arzobispo don Gutierre de Toledo. De esa sucesión de duques sobresale la figura del tercero, don Fernando álvarez de Toledo (1507-1582), general de Carlos I y de Felipe II, que fue presentado por los enemigos de la Monarquía española como el modelo de la crueldad de la actuación de los tercios españoles en los campos de batalla de toda Europa. El genio literario de Schiller y el musical de Beethoven terminarían por consagrar esta imagen que, poco a poco, empieza a ser revisada en la historiografía más reciente.

José Luis Sampedro Escolar, un especialista en Heráldica y Genealogía, nos advierte que las fuentes documentales referentes a la Casa de Alba son infinitas pero, en este volumen, se ha limitado a ofrecer una crónica ágil y muy amenamente escrita, sin el pesado lastre de las notas documentales y bibliográficas, en torno a la peripecia vital de los dieciocho duques y de las personas más directamente relacionados con ellos.

Los sucesores del Gran Duque de Alba fueron, durante todo el siglo XVII, grandes servidores de la Monarquía que, a través de una continuada política matrimonial, fueron acrecentando su patrimonio y sus títulos con alianzas con otras grandes familias como fueron los Beau-mont navarros o los marqueses de Villanueva, que aportaron al patrimonio familiar el palacio sevillano de la calle Dueñas.

La posibilidad de la sucesión por vía femenina llevaría a la sustitución de los álvarez de Toledo por los Silva a mediados del siglo XVIII. ése sería el apellido de la XIII duquesa que, supuestamente, habría sido amante de Goya, que la habría tomado también de modelo para sus majas. A la muerte de la duquesa, en el año 1802, el título pasaría a los Fitz-James Stuart, duques de Berwick, que han mantenido la sucesión masculina hasta la actual duquesa Cayetana.

Una crónica comprensiblemente política que es, en buena medida, una apretada historia de esos escenarios de poder generados en torno a la Monarquía española de los últimos quinientos años y del alto papel simbólico que, durante esos siglos, de-sempeñó la Casa de Alba en la vida española. Una lectura que hará las delicias de cuantos sienten aún la fascinación por el mundo aristocrático y una buena guía para informarse de los avatares de esa vieja casa.