Ensayo

Filosofía del tedio

Lars Svendsen

15 febrero, 2007 01:00

Lars Svendsen. Foto: Trine Karin Flate

Traducción de Carmen Montes Cano. Tusquets. Barcelona, 2006. 253 páginas, 16 euros

Intentos ha habido, no ya en los tiempos modernos sino desde la más remota antigöedad, de elevar determinados afectos o pasiones a categorías filosóficas fundamentales. Desde la platónica admiración, pasando por la curiosidad o la barroca melancolía, hasta las existenciales, y aun existencialistas, insistencias en la angustia o en la náusea, muchas de esas frecuencias de ánimo (Stimmungen), de esas voces interiores, han librado dura batalla por la dignidad filosófica.

Lars Svendsen se aburría. Durante, y sobre todo después, de la elaboración de su tesis doctoral experimentó, al parecer en generosas dosis, la visita del "demonio meridiano", uno de los más perseguidos por la literatura medieval. Decidió, por ello, dedicar un ensayo a la investigación del aburrimiento como tema y problema filosófico. No el aburrimiento fugaz, casi instantáneo, que nos asalta ante determinadas representaciones, lecturas, o ante el reiterado espectáculo de ciertas rutinas cotidianas y que se repara con un cambio de actividad, sino al aburrimiento -llamémoslo tedio- que se instala, en ocasiones, como única realidad y unico horizonte.

Ese tedio, que tiene una larga y venerable historia literaria (el viejo tedium vitae, el hastío o fastidio universal de Argensola, el Tediato de las Noches lúgubres de Cadalso, el ennui o el spleen de Baudelaire), puede ser remitido, para su estudio, a variables epocales -destacando así la importancia de las condiciones históricas en el incremento o disminución del tedio- o a constantes antropológicas: la inminencia de la muerte, la ausencia de sentido…

Svendsen opta por hacer que esos dos puntos de vista se sucedan en su estudio: así, a una determinación del tedio como problema filosófico -exposición somera de lo que se pretende probar- sigue una historia (del tedio, claro está) informada pero en ningún caso exhaustiva; y a ésta una fenomenología -de evidentes resonancia heideggerianas- que pretende devolver a la ontología lo que antes pareció haber sido abandonado a la historia.

El balance general al que llega el autor tras la morosa exploración es que, efectivamente, el tedio es un problema; y además es un tema filosófico que, si bien ha sido advertido como tal, no ha conseguido la atención que indudablemente merece. Y más en nuestros días, en nuestras sociedades posmodernas que experimentarían, más acuciantemente que las anteriores, el vacío y la trivialidad, la pérdida radical del sentido, la proliferación de la banalidad y los simulacros. "Una suerte de bocetos" indica Lars Svendsen que es, en el fondo, este libro. Puede que así sea: es, en cualquier caso, un indicador de cierto temple de ánimo que cobra adeptos en nuestro mero presente. Por algo será.