Image: Francisco Fernández Ordóñez. Un político para la España necesaria

Image: Francisco Fernández Ordóñez. Un político para la España necesaria

Ensayo

Francisco Fernández Ordóñez. Un político para la España necesaria

Santiago Delgadp y Pilar Sánchez Mallas

8 marzo, 2007 01:00

Lucio Muñoz pintó así a Ordóñez

Biblioteca Nueva, 2007. 530 páginas, 20 euros

Dos prólogos, dos anécdotas reveladoras. La primera, que aparece en el prólogo de Felipe González, nos revela que, en octubre de 1991, el Secretario de Estado norteamericano James Baker llamó desde Tel Aviv al gobierno español para saber si España podría organizar una Conferencia internacional de paz entre Israel y sus países vecinos. La llamada la recibió el ministro de Asuntos Exteriores, Francisco Fernández Ordóñez, que la trasladó al presidente del Gobierno, Felipe González. éste aceptó y España recibiría la felicitación y agradecimiento de casi todos los países, empezando por Estados Unidos. La segunda la relata Diego Hidalgo, íntimo amigo de Fernández Ordóñez, que rememora en su prólogo un vuelo transcontinental en el Concorde, sentado junto a la exprimera ministra británica, Margaret Thatcher. La Dama de Hierro le expresó su simpatía por Felipe González y por Fernández Ordóñez, porque entendía que habían "hecho un trabajo impresionante poniendo a España en el Mapa". Definitivamente, eran otros tiempos.

La ocasión de ambos prólogos es la reciente edición de esta biografía rigurosa de Fernández Ordóñez, uno de los grandes protagonistas de la transición política española a la democracia tras la muerte del general Franco. Ministro de Hacienda en el gobierno que constituyó Adolfo Suárez tras las primeras elecciones democráticas de junio de 1977, aparecería después como ministro de Justicia en los últimos meses del gobierno de Suárez, y continuaría en el mismo puesto con Calvo Sotelo hasta finales del verano de 1981. En ambas carteras demostró su voluntad reformista que se tradujo en medidas de fuerte impacto popular, como fueron la reforma fiscal y la propuesta de ley de divorcio, que también le ganaron animadversiones y la acusación de ser un criptosocialista infiltrado en las filas de los reformistas de la UCD.

Decisiones políticas que respondían a la trayectoria de un alto funcionario, con una excelente formación profesional y académica, que empezó a descollar en los últimos años del franquismo, con puestos de relieve como la presidencia del INI, aunque sin renunciar a unas posiciones democratizadoras que empezarían a tomar cauce tras la muerte del dictador. Fernández Ordóñez participaba de la cultura política de quienes se habían formado en contacto con las democracias occidentales, a las que entendía que debería reincorporarse España en cuanto desapareciese Franco.

Su protagonismo político no disminuiría con el hundimiento de los gobiernos centristas de la UCD y, a mediados de 1985, se incorporó al primer gobierno socialista de Felipe González, en sustitución de Morán. Se mantendría en el puesto durante casi siete años, a lo largo de tres gobiernos de González, a pesar de un cáncer que le minó la salud los tres últimos años de su gestión ministerial. Murió en agosto de 1992, al mes y medio escaso de abandonar su puesto.

Durante esos años, Fernández Ordóñez se convirtió en una de las figuras representativas de una España que acababa de incorporarse a Europa y quería ser protagonista de un mundo en el que se redefinirían los bloques de poder a raíz de la caída del muro de Berlín, en noviembre de 1989. Su gestión al frente de Asuntos Exteriores fue la más prolongada de la reciente democracia española y se convirtió en una de las más brillantes ejecutorias de un proceso de transición que había resultado ejemplar por la voluntad de concordia que lo presidió y por la decisión de superar las huellas del enfrentamiento civil de 1936.

Los autores, dos jóvenes investigadores procedentes del mundo académico, han removido la inmensa publicística de la época de la transición, junto con los testimonios personales y los de prensa, para levantar una crónica eficaz de la vida de un político que, con la perspectiva del tiempo, gana cada día en interés y en consideración por su voluntad de hacer posible esa España que él consideraba necesaria.