Image: Los logócratas. Diez (posibles) razones para la tristeza del pensamiento

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Ensayo

Los logócratas. Diez (posibles) razones para la tristeza del pensamiento

George Steiner

29 marzo, 2007 02:00

Steiner en Oviedo, cuando recogio el Principe de Asturias

Traducción de María Cóndor. Siruela. Madrid, 2007. 188 y 106 páginas. 23’76 euros

En sus últimos escritos con impronta autobiográfica, George Steiner no se muestra en demasía piadoso consigo mismo: se nos pinta como "un mandarín autista", totalmente imbuido de una herencia cultural que no le permite manifestarse medianamente optimista en cuanto a la evolución de la Humanidad, y a la vez como alguien ajeno al privilegio de la creatividad, propia de genios como, por caso, Chejov que tan sólo con dos páginas era capaz de crear todo un mundo. Incluso parece coincidir con sus detractores cuando se tacha de "generalista demasiado superficial". En cuanto humanista, se considera epígono de una estirpe sublime en trance de extinción y no tiene empacho en admitir que la excelencia en el cultivo de sus saberes conduce inexorablemente al elitismo. Su afición a la montaña y su desdén hacia la playa puede ser otro índice de ello, porque cuanto más se escala menos gente se encuentra uno al paso. Quizá por lo mismo denuncie la incongruencia de sus colegas-estrella que pretenden obtener de consuno el respeto de sus iguales y el éxito masivo. No pone nombres, pero cuando alude a "nuestros obesos mandarines" cuesta no pensar en los autores de listas canónicas a las que Steiner se muestra totalmente refractario. Por no faltar, no falta tampoco una referencia explícita a otro gran intelectual procedente de la Literatura Comparada, Edward Said, quien, desde su experiencia familiar palestina, lo sometió un día al sarcasmo público de contradecir una idea muy cara al autor de Después de Babel: la de que los judíos, siempre víctimas y desterrados, nunca habían podido ser verdugos. Nunca hasta, probable- mente, ahora mismo, cuando el propio Steiner se ratifica en su oposición al militarismo sionista.

Mandarín autista, sí, pero que "sufre el cáncer de la visión", concede el autor de estos dos libros que vienen a repetir las características de algunas de sus últimas traducciones españolas. Me refiero, por una parte, a libros misceláneos, recopilación de trabajos diversos, y en segundo término a opúsculos tan sucintos como intensos. Porque lejos de vivir cómodamente recluido en su torre de marfil oxoniense, Steiner se siente concernido por lo que está sucediendo en el nuevo milenio y no duda en manifestarse al respecto sin la autocensura de la corrección política, sin jugar a la vez las dos bazas del rigor intelectual y el aplauso mediático sino iluminando las contradicciones del presente desde su vasta cultura.

La dimensión académica, dulcificada por un estilo de suma legibilidad, se corresponde con el contenido del tomito sobre las diez posibles razones para la tristeza del pensamiento, paráfrasis de un conocido fragmento de Schelling que Steiner organiza en una secuencia que ya había aplicado en sus Gramáticas de la creación a los cinco tipos de "estrategias de soledad", que la creación artística y literaria demanda. En cuanto al volumen más extenso, la sección que le da título obedece a esa pauta erudita, y trata de quienes, como De Maistre, Heidegger o Boutang, cada uno a su modo, concibieron la primacía ontológica de la palabra sobre el que la dice. Tesis que se compadece tan bien con esa contradicción consustancial a Steiner por la que un judío agnóstico como él no puede comprender la creación artística, o incluso la ética individual, sin la trascendencia hacia el Absoluto. Son iluminadoras sus diatribas contra Derrida y la herencia anglosajona de su deconstrucción; se trata de "la rebelión judía, a la vez paródica y automutiladora, contra una logocracia milenaria, contra una sacralización del texto revelada como ley y verdad" (pág. 37).

La segunda sección, "Los libros nos necesitan", reitera el compromiso que Steiner ha asumido como propio: el apostolado de la lectura, único antídoto contra la tiranía de los medios masivos de alienación humana. Y la tercera resulta especialmente eficaz: se trata de dos magníficas entrevistas, fechadas en 1994 y 2000, mantenidas con Ronald A. Sharp y François L’Yvonnet, que en nada desmerecen a las ya conocidas con Jahanbegloo, Spire, Boutang o Ladjali.

Con todo, aquel "cáncer de la visión" donde acaso se manifieste de modo más sorprendente es en la última pieza del volumen, una novela corta en la que Steiner homenajea a la poesía a través de la figura de Lorca contándonos una historia tan inverosímil como real ambientada en el Medellín de los carteles de la droga.