Ensayo

Cartas a una joven matemática

Ian Stewart

19 abril, 2007 02:00

Ian Stewart. Foto: Archivo

Trad. J. García Sanz. Crítica. Barcelona, 2007. 231 páginas. 35 euros

Comentar un libro de Stewart es un placer que ya he experimentado en ocasiones anteriores, pues son ya varios los títulos suyos traducidos y de algunos incluso se me ha confiado la reseña. Y es un placer porque, dejando aparte sus méritos como matemático creador, la habilidad del autor para presentar su ciencia hace que le lea-mos siempre con fuición. Son libros de divulgación matemática que entre bromas y veras alcanzan planteamientos realmente serios por caminos accesibles. él defiende sin complejos esta misión de escribir acerca de las matemáticas, en contraposición a Hardy para quien lo importante era escribir las matemáticas mismas; hoy, dice Stewart, hay ya muchos convencidos de que escribir "sobre" es tan valioso como escribir matemáticas nuevas, nueva investigación, nuevos teoremas.

Los recursos de que se vale para ir desgranando sus argumentos son tan variados como originales. Esta vez toman la forma epistolar, un conjunto de cartas en progresión, dirigidas a una chica desde que cursa el bachillerato, que se decide por estudiar la carrera de matemáticas, avanza en ella hasta alcanzar el doctorado y accede finalmente a un puesto docente en la universidad. Para cada una de esas etapas le suministra las lecciones y consejos que durante ella necesita, nacidos casi siempre de su propia experiencia, de haber pasado por ellas. Le explica qué son las matemáticas y para qué sirven, cuando comienza a decantarse por esos estudios. Le pone en guardia contra los que se extrañarán de que se dedique a ellas porque dicen que en matemáticas ya está todo hecho y no hay más que lo que se nos enseñó en la escuela; especie que llega a aburrirle, como a muchos de nosotros. La orienta en su aprendizaje: es curioso que le diga que no se detenga si llega a atascarse y siga leyendo, que en el próximo párrafo se le aclarará la cuestión; y digo curioso porque, tratándose de una alumna, y según mi observación personal, ésa suele ser su inclinación natural, al revés que los chicos, que se resisten a continuar si no desentrañan antes el nudo. (No se tome esto como machismo; una señora que lo oyó dijo muy satisfecha: "¿Ves cómo somos más prácticas?"). Y continúa con la labor investigadora, si es una actividad solitaria o se puede hacer en grupo, cómo funciona la mente del matemático, qué problemas abordar, si matemática pura o aplicada, etc., y cómo enseñar las matemáticas. Toda la vida a que se va enfrentando la joven destinataria.

Para quienes nos hemos visto también envueltos en ese proceso es muy agradable ver reflejadas las propias vivencias y los demás siempre podrán entender mejor nuestros problemas a través de una amenísima lectura que en ningún momento cae en la trivialidad. Lean, por ejemplo, el capítulo "Cerdos y camionetas" dedicado a prevenir a la recién nombrada profesora de los errores, situaciones desairadas o divertidas y meteduras de pata que en su ejercicio pueden sobrevenirle. Como bien dice, a la ley de Murphy que prescribe que si algo puede salir mal, habrá que añadir su corolario matemático: "Si algo no puede salir mal, saldrá mal también".