Image: Fuera de los pobres no hay salvación

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Ensayo

Fuera de los pobres no hay salvación

por Jon Sobrino

3 mayo, 2007 02:00

Jon Sobrino. Foto: Matías Costa

Trotta. Madrid, 2007. 164 p. 12 e. Culturas y religiones en diálogo. J. José Tamayo y M. José Fariñas. Síntesis. Madrid, 2007. 255 p.13’75 e. La cuestión religiosa en el siglo XXI, Georges Corm, Traducción

Estos tres libros tienen una cosa en común, que consiste en que presuponen la "vuelta a lo religioso" de la que se habla insistentemente, como un corolario del hundimiento de la última ideología universalista -el marxismo- en 1989. Pues bien, Georges Corm lo niega: no hay tal vuelta a lo religioso. Lo que hay es una manipulación de lo religioso por parte de quienes dominan la política y la economía. La religión (cristiana, islámica, judía, hindú, budista y cualquier otra) se ha convertido, según Corm, en un instrumento para convencer a la gente común de que su identidad es ésa y que, por tanto, lo que se defiende en Iraq, en Chechenia y por doquier es la identidad respectiva, siendo así que lo que verdaderamente se defiende es el neoimperialismo made in USA. El asunto es más grave porque los occidentales hemos contagiado de religiosidad identitaria al resto del mundo. Y lo hemos contagiado -según Corm- al abandonar los ideales universales de la Revolución francesa, cuya virtualidad fue justamente la de acabar con la intolerancia de las distintas iglesias constituidas. Lo que procede hacer, por tanto, es abogar por el cosmopolitismo de entonces (y no por el multiculturalismo) y refundar el Estado de manera que pueda defender nuevamente la libertad.

A Corm se le deslizan demasiados errores a la hora de hablar de historia, como decir que la Revolución francesa acabó con la esclavitud. Pero convence al menos una parte sustancial de su tesis: se está manipulando la vuelta a lo religioso. Y la manipulan, entre otros, aquellos a quienes Corm (como Tamayo y Fariñas) se refiere concretamente y acabo de citar.

En tal caso, ¿qué hacer? Juan José Tamayo y María José Fariñas insisten en la solución del diálogo interreligioso. Se trata de un tema manido, lo reconocen, pero añaden un primer intento de aproximación interdisciplinar, aunque se reduzca a sumar -a lo teológico- lo económico y lo jurídico. La vía es importante, por más que no consigan superar esa tendencia de Tamayo a dar por bueno, sin distingo alguno, todo lo que va contra lo establecido en la Iglesia "institucional". No se da cuenta, creo, de que esa falta de distinción y de matices sirve, precisamente, a quienes manipulan la vuelta a lo religioso. Si vale todo, pueden manipular lo que les interesa en cada caso.

Al cabo, no hay más salida -que lo sea de veras- que optar por los más débiles. Y ése es el tema del libro de Jon Sobrino. Sobrino habla de pobres, no de débiles. Pero acepta que hay muchas formas de dolor y, como tales, de pobreza. La publicación de su libro ha coincidido con la difusión de una nota condenatoria del Vaticano que puede consultarse en www.vatican.va. En ella se advierte que la opción por los pobres no es cosa nueva, ni hay novedad por tanto en proponerla. Es cierto. Por tanto -entiende este crítico--, Sobrino hace bien en decir que "fuera de los pobres no hay salvación". El jesuita da, no obstante, un paso más y propone esperarlo todo de la probada creatividad de los pobres. Personalmente, me temo que los pobres son de la misma pasta que los ricos y que -cara a ayudar al más débil- hay que poner la esperanza en la creatividad de cualquier persona de bien. En un tercer paso, Sobrino sugiere la posibilidad de que el propio Cristo Jesús descubriera su vocación al estar en contacto con los pobres. Y a eso -supongo- es a lo que aluden en la Congregación para la Doctrina de la Fe cuando dicen que no deja clara la divinidad de Jesucristo. Puede sembrar dudas, es cierto. No es fácil entender que el que es Dios se descubra a sí mismo en sus creaturas. Pero también es cierto que no sabemos hasta dónde alcanzó la anulación de sí mismo de un Dios redentor que, según el relato evangélico, llegó no sólo a morir, sino a pasar tres días en el infierno (significara lo que significara esta palabra). Es posible que sea ese verdadero abismo de anulación el que percibe Jon Sobrino y subyace en su sugerencia. Quizá debería decirlo, si es que lo piensa así.