Image: Canciller López de Ayala

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Ensayo

Canciller López de Ayala

Varios autores

7 junio, 2007 02:00

Diputación Foral de álava Vitoria, 2007. 470 págs.

La figura del canciller Pero López de Ayala, de cuya muerte se cumplen seiscientos años, es una de las más atractivas de la España bajomedieval. Nacido en Vitoria en 1332 y muerto en Calahorra en 1407, fue uno de los cortesanos más importantes en la Castilla de Pedro I y los primeros Trastámara, un activo diplomático y un destacado hombre de cultura. Su padre, Fernán Pérez, había heredado el señorío de Ayala a consecuencia del fallecimiento de su hermano mayor, hecho que cambiaría la vida de la familia. No obstante, nuestro personaje se crió en Toledo, donde estaba asentada su familia desde varias generaciones, y en la que recibió una esmerada educación clásica y eclesiástica. A los 17 años, abandonó los oficios eclesiásticos que había desempeñado para formar parte de la corte del futuro Pedro I. En la guerra civil castellana apoyó inicialmente a Pedro I, para pasar luego al bando de Enrique II. En 1373 recibió de su padre el recién creado mayorazgo de Ayala, lo cual, junto a los cargos de Alcalde Mayor de Vitoria y Merino Mayor de álava que le otorgó por entonces Enrique II, reforzó su vinculación con aquellas tierras. Fuertemente ligado a la corte, don Pero realiza diversas misiones diplomáticas (Aragón, Francia) y recibe nuevos cargos, como el de Merino Mayor de Guipúzcoa. En Francia, como miembro de la guardia personal de Carlos VI, participó en la victoria de Roosebeke contra los ingleses. Durante el reinado de Juan I, intervino en la batalla de Aljubarrota (1385), que acabó con las aspiraciones del rey castellano al trono portugués. Hecho prisionero como tantos altos nobles castellanos, estuvo más de dos años en el castillo de óvidos. A su regreso, se incrementó su papel político y diplomático, llegando a formar parte del consejo de Regencia durante la minoría de edad de Enrique III, a comienzos de los años noventa. Viajó como embajador a Portugal, Francia y Avignon. Finalmente, en 1398, fue nombrado Canciller Mayor de Castilla. Sus últimos años vivió en el palacio monasterio de Quejana, fundado por su padre, donde sería enterrado. Pero el canciller Ayala no fue importante sólo por su destacado papel político o por la consolidación de dos importantes mayorazgos. Fue también un hombre del prerrenacimiento, cronista de los reinados que vivió, autor de obras literarias de entre las que sobresale el Rimado de palacio o El libro de cetrería o de las aves de caza, y traductor de Tito Livio, Boecio, San Gregorio, Bocaccio, San Isidoro o Guido della Colonna. Un personaje muy destacado que merecía sin duda ser recordado en el VI centenario de su muerte.

La exposición organizada para ello -y el catálogo de la misma- sin embargo, no dan suficiente idea de la gran figura del canciller. Es cierto que no resulta fácil reunir piezas sobre alguien tan lejano en el tiempo, por lo que la exposición ha utilizado el recurso habitual de acompañar los escasos objetos relacio-
nados directamente con él y su familia con la descripción de la época en que vivió, a través de piezas de carácter religioso, tejidos, cerámicas, armas, monedas, enseres domésticos, etc. Pero no se ha aprovechado el catálogo para completar la visión de López de Ayala, su entorno histórico y su actuación política, sus destacadas misiones diplomáticas, su papel en la consolidación de un linaje nobiliario o su significación en la literatura de la época. El único trabajo relacionado con el canciller es el estudio de Lucía Lahoz Gutiérrez sobre el conjunto monumental de Quejana, sumamente interesante. A éste le sigue un buen texto de ángela Franco Mata sobre España y el arte europeo en el siglo XIV.