Image: El legado político de Blair

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Ensayo

El legado político de Blair

Rosa Massagué

7 junio, 2007 02:00

Blair en la antigua Yugoslavia (1999). Foto: Crown copy

Libros de la Catarata, 2007. 246 páginas, 17 euros.

Margaret Thatcher se ha ganado un lugar indiscutible en la historia británica. Aunque tuvo y tiene poco de intelectual, su nombre se identifica con una forma de pensar: el thatcherismo, un cúmulo de viejas ideas que ella, y luego Ronald Reagan, convirtieron en los programas de Gobierno más influyentes al final de la Guerra Fría. Pero, ¿qué quedará de Tony Blair?

A esta pregunta responde Rosa Massagué, ex corresponsal en Londres y Roma, y actual jefa de Relaciones Exteriores de "El Periódico de Catalunya", en El legado de Tony Blair, un análisis crítico y riguroso, apoyado en una cuidada bibliografía, de lo que prometió e hizo el primer ministro laborista que más tiempo ha permanecido al frente del Gobierno británico. Las dos primeras líneas de la introducción resumen perfectamente la investigación: "Si es cierta la frase de que todas las carreras políticas acaban en fracaso, la de Tony Blair no parece una excepción".

En los estudios de liderazgo se puede subrayar la posición del dirigente, su personalidad, sus relaciones o sus acciones. Lo ideal es hacerlo sucesivamente desde cada enfoque y, finalmente, integrarlos todos. Massagué ha elegido los dos últimos, sobre todo el de la acción, para analizar el legado del artífice de la peor derrota sufrida por el partido conservador en más de 150 años.

El libro, bien escrito y editado, consta de tres partes. En la primera presenta los rasgos más destacados del bautismo político, la victoria en el 97 y los tres mandatos de Blair. En la segunda amplía y analiza con detalle cada éxito y fracaso de su gestión. En la tercera explica las claves de su declive y retirada final, en junio de 2007, desprestigiado por el desastre de Iraq, sin reconocer un solo error. En la página 55 se sitúa la concesión del Premio Carlomagno a Blair en 1991. Fue en 2001. En una estructura circular como la señalada, la autora corría el riesgo de perder el hilo. No es el caso. Sortea bien las rocas sin perder la fluidez del discurso y, como en un control de televisión, va mostrando las mejores y las peores decisiones de Blair apoyando cada afirmación en opiniones fundadas. Como buena periodista, deja que hablen los protagonistas.

En lo positivo del legado destaca la resurrección del laborismo, la reforma constitucional, el mantenimiento de buena parte del thatcherismo sin tirar al niño con el agua sucia de la palangana al llegar al poder, la independencia del Banco Central, la paz en el Ulster, la introducción del salario mínimo, la incorporación de la Convención Europea de Derechos Humanos a la legislación británica, la bonanza económica, las intervenciones en Kosovo y en Sierra Leona, los hospitales de fundación, las academias y las carreteras. Entre las peores señala el Gobierno presidencialista en manos de una guardia pretoriana obsesionada por la imagen (spin), los fallidos intentos de reformar la Cámara de los Lores y de poner al Reino Unido en el centro de Europa, la pérdida de competitividad y el aumento de la pobreza absoluta y relativa bajo las excelentes cifras macroeconómicas -cuyo mérito atribuye a Brown más que a Blair-, la corrupción, los escasos avances en la prometida reforma educativa y el desastre sin paliativos de la guerra de Iraq. Ninguna de estas imágenes es nítida. Hasta Kosovo, que Blair ha vendido siempre como un modelo de intervención exterior para acabar con la limpieza étnica, tiene su cara oscura: "la division total de las comunidades, el poder absoluto de las mafias, una economía paralizada bajo el protectorado de la ONU y un futuro difícilmente viable".

Su obsesión por dejar huella, concluye, se estrelló en la aventura mesopotámica: "El apoyo incondicional a Bush, la agria controversia sobre las armas de destrucción masiva de Sadam Husein, con el suicidio del profesor David Kelly y el enfrentamiento con la BBC, las multitudinarias manifestaciones en la calle contra la guerra, los informes Butler y Hutton, el propio desarrollo catastrófico de la guerra y de la posguerra, y las dimisiones en señal de protesta de altos cargos alejaron a Blair de sus propios parlamentarios, de buena parte de los votantes y de sus socios europeos".