Image: Historia de los pueblos de habla inglesa

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Ensayo

Historia de los pueblos de habla inglesa

por Winston Churchill

26 julio, 2007 02:00

Churchill retrata un pasado glorioso. Foto: Churchill College

Trad. Alejandra Devoto. La Esfera de los Libros, 2007. 724 páginas. 45 euros

Por su coraje y tenacidad en los momentos más sombríos de la II Guerra Mundial, cuando al frente de un gobierno de unidad nacional mantuvo la moral de los británicos bajo los devastadores ataques de la aviación alemana, Winston Churchill merece la eterna gratitud, no sólo de sus compatriotas, sino de todos los hombres y mujeres que amamos la libertad. Si el Reino Unido hubiera buscado la paz con Hitler tras la derrota de Francia, la Europa continental se hubiera visto con toda probabilidad condenada a una larga noche de dominio totalitario. Y esa determinación de resistir, que Churchill supo trasmitir a través de vibrantes discursos, se basaba en un patriotismo forjado a través de amplias lecturas históricas. En su lenguaje aparecían incluso ecos del Shakespeare más trágico: "Si la larga historia de esta nuestra isla ha de concluir finalmente -dijo a sus ministros el 28 de mayo de 1940-, que sea sólo cuando cada uno de nosotros yazca en el suelo ahogándose en su propia sangre".

Fue también un escritor muy prolífico. Se dio a conocer con sus libros juveniles sobre sus experiencias bélicas en la frontera afgana y en la guerra de los boers, y más adelante escribiría, entre otras obras que en conjunto le valieron el Premio Nobel de Literatura de 1953, una biografía de su padre lord Randolph Churchill, otra muy extensa de su famoso antepasado el duque de Marlborough, un análisis de la crisis que supuso la I guerra mundial y una muy célebre historia de la segunda, que se publicó entre 1948 y 1954. Su gran Historia de los pueblos de habla inglesa la inició en los años 30, pero fue sólo tras su retirada de la política en 1955, a los 80 años, cuando con la ayuda de un equipo de historiadores pudo completarla en cuatro volúmenes, que aparecieron entre 1956 y 1958. 40 años después, el historiador Christopher Lee editó la versión resumida en un volumen que ahora se ha traducido al castellano.

Esta Historia de los pueblos de habla inglesa, centrada en Inglaterra pero con referencias a los otros países anglófonos, es por supuesto una historia al viejo estilo, una historia de reyes y batallas, que arranca de la Britania céltica conquistada por César, adquiere mayor detalle a partir de la llegada de Guillermo el Bastardo y sus normandos en 1066, y concluye a comienzos del siglo XX, cuando la reina Victoria concluyó su largo reinado, en el que llegó a su apogeo el Imperio Británico. A sus páginas recurrirá con provecho el lector que busque un rápido apunte sobre un gran número de hechos y personajes, a veces heróicos y a menudo sombríos, que los españoles solemos conocer por las obras de Shakespeare o, quizá más, por esas películas históricas a que tan aficionados son los británicos. Como Guillermo el Bastardo, vencedor en la batalla de Hastings, documentada por ese extraordinario relato en imágenes que es la tapicería de Bayeux. Como Enrique Plantagenet, cuyas razones frente a Thomas Becket expone Churchill. Como William Wallace, a quien todos imaginamos ya con el semblante de Mel Gibson y a quien Churchill presenta como el primer nacionalista de la historia británica. Como Ricardo III, en cuyo reinado culminaron los horrores de la Guerra de las Dos Rosas, en la que, en palabras de Shakespeare, "el hermano derramaba ciegamente la sangre del hermano". Como en fin, llegados ya a tiempos más civiles, Disraeli, el político victoriano que, en palabras de Churchill, supo convencer al Partido Conservador de la inevitabilidad de la democracia.

Aquellos inicios del siglo XX en que termina esta Historia de los pueblos de habla inglesa representaban un momento glorioso para Gran Bretaña, que tras un siglo de progresos interrumpidos se hallaba en una posición de liderazgo mundial, se esforzaba por mantener la paz y en el plano interior había extendido el derecho al sufragio sin que ello, como observaba complacido Churchill, hubiera afectado a la tranquilidad y al orden. Los años que a él le tocaron vivir en su madurez fueron mucho más difíciles, pero los pueblos de habla inglesa salieron victoriosos en las dos terribles guerras que hubieron de combatir. Así es que Churchill podía concluir su libro en 1956 con una afirmación optimista: "No podemos conocer el futuro, pero el pasado debería darnos esperanza". Una sentencia que la humanidad en su conjunto puede hacer suya.