Image: Nuremberg: el mayor suicidio de la historia

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Ensayo

Nuremberg: el mayor suicidio de la historia

James A. Owen

13 septiembre, 2007 02:00

Goering, Hess, Von Ribbentrop y Keitel, en Nuremberg

Trad. E. Belmonte y F. Esteve Crítica. Barcelona, 2007 448 páginas. 29’90 euros

El juicio de Nuremberg, como se ha reiterado en numerosas ocasiones por expertos juristas e historiadores, fue organizado y condicionado por los vencedores de la guerra mundial. Es cierto que las limitaciones de la defensa fueron considerables frente a los privilegios de la acusación, lo mismo que se cuestiona la consistencia de las imputaciones, por su carácter novedoso y el problema que planteaban de aplicación retroactiva. Todas estas objeciones están bien fundadas, pero también es cierto que, según señala Owen, ante la magnitud de la matanza desatada por la agresión alemana, a nadie se le pasaba por la cabeza que los criminales no respondieran por sus hechos. Las alternativas barajadas, como los fusilamientos masivos, de los que inicialmente eran partidarios los soviéticos y Churchill, aunque éste a menor escala, encerraban una arbitrariedad y similitud con el comportamiento nazi que las vedaba.

La alternativa más lógica, pues, era un juicio y, dentro de este marco, los Estados Unidos impusieron los criterios de que debería ser encausado el sistema nazi en su conjunto y que, por primera vez, personas físicas deberían responder por los actos llevados a cabo por un Estado. Todo esto tenía implicaciones muy insatisfactorias y a su esclarecimiento va destinado Nuremberg, que constituye una lectura muy provechosa para todos aquellos a los que les ha alejado la prolijidad del asunto. Owen no busca simplificar, pero muestra las cosas de forma dosificada y amena. Proporciona un análisis inicial para dejar la casi totalidad del volumen, mediante la técnica de intervenciones cortas, salpicadas de comentarios orientativos para situar cada personaje y situación, a la palabra de los protagonistas: jueces, acusadores, defensores, testigos, acusados, periodistas y psicólogos.

Con este método, va trazando un cuadro casi integral de lo que allí ocurrió. Así expone la atmósfera de la sala, a veces dramática y estremecedora por los sobrecogedores testimonios de las víctimas supervivientes de los campos, las masacres o los diabólicos experimentos médicos. No sólo impactaron los detalles de quienes sufrieron las atrocidades, causaron más conmoción, si cabe, las explicaciones de alguno de los verdugos. Sobresalen las de Rufolf Hoess, a cuyo cargo estuvo el diseño y la dirección de Auschwitz-Birkenau, quien detalló con orgullo profesional la concepción y funcionamiento del lager. Sin embargo, la mayor parte de las sesiones se caracterizaron por un oceánico aburrimiento producto de la acumulación de pruebas, las reiteraciones, las tácticas dilatorias y del sinnúmero de detalles que prolongaron el proceso.

Hay un anacronismo, aunque sea de rango menor, que desequilibra el contenido temporal del libro y es que el autor hace excesivo hincapié en la materia de la Solución Final, al abundar en testimonios sobre el exterminio de los judíos, cuando en realidad, como él mismo reconoce en el prefacio, no fue esa monstruosidad sin parangón el centro del proceso de Nuremberg. En compensación, la obra destaca la labor de los jueces. Hubo absoluciones, condenas a cadena perpetua y otras limitadas en años, frente a las 11 penas capitales. Quiere esto decir que fueran cuales fueran las intenciones de las potencias y las cortapisas que impusieron a las defensas, los jueces, con excepción de los soviéticos, trataron de impartir justicia.

ésta es la conclusión más relevante que se desprende de la obra. Pone en evidencia que, pese a los grandes defectos de fondo y de forma del proceso, el juicio contribuyó a dar un salto de gigante para el Derecho Internacional, en la tipificación del delito de genocidio. Gracias a la sombra de Nuremberg, son unos cuantos hasta hoy los asesinos de masas que no pueden dormir tranquilos o que ya han sido juzgados. No significa que no sigan ocurriendo atrocidades, sólo que les será muy difícil disfrutar de impunidad a quienes las perpetren.