Ensayo

Jefes de Gobierno masones

José Antonio Ferrer

18 octubre, 2007 02:00

Juan Prim, primer masón jefe de un gobierno español

La Esfera. Madrid, 2007. 390 páginas

El secretismo hace de la masonería una organización misteriosa, a la que algunos o muchos temen. Es congruente desear que en una sociedad libre no imperen los secretos pues todos tenemos derecho a conocer lo que hay a nuestro alrededor. Pero los masones no aceptan la norma de las puertas abiertas y prefieren seguir refugiados bajo un manto de semiclandestinidad (sus jefes se dan a conocer pero no todos los demás). Por eso, cuando alguien ofrece información sobre el misterio escondido despierta de inmediato una lógica curiosidad.

Este es el primer efecto del último libro de José Antonio Ferrer Benimeli, la primera autoridad española en la investigación académica sobre la masonería, que apunta a una de las conjeturas más extendidas, al tiempo que uno de los enigmas mejor guardados: cuántos masones han escalado en España las altas cumbres de la gestión política. El profesor se detiene en 1936, con lo que deja fuera de campo a siete jefes de Gobierno, dos del franquismo (Luis Carrero Blanco y Arias Navarro, si no contamos al propio Franco, todos antimasones obsesivos) y cinco de la democracia (Adolfo Suárez, Leopoldo Calvo-Sotelo, Felipe González, José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero). ¿Daría juego aquí su investigación? Sin duda, si hemos de creer algunas conjeturas y sobre todo si se ocupara también de otros más bajos escalones.

Ferrer asegura que diez jefes de Gobierno, nada menos, fueron masones, desde el primero conocido, Juan Prim, hasta el último contabilizado, Santiago Casares Quiroga, que renunció en julio de 1936 con el golpe de los militares. Un detalle muy notable es que seis de los diez actuaron durante la II República (Manuel Azaña, Alejandro Lerroux, Diego Martínez Barrio, Samper, Manuel Portela y el citado Casares). Los anteriores anotados por el autor, además de Prim, son Ruiz Zorrilla, Sagasta y Moret.

La estrecha conexión de República y masonería queda de relieve; el autor anota que fueron dieciseis de los diecinueve Gobiernos republicanos los presididos por masones (p. 209). Niceto Alcalá Zamora y Joaquín Chapaprieta, éste en dos breves etapas, fueron las excepciones. Otro detalle del vínculo es el dato de que eran masones seis de los once ministros del primer Gobierno (Martínez Barrio, Domingo, De los Ríos, Lerroux, Albornoz y Casares; Azaña aún no había sido iniciado), lo que, junto a otros pormenores, le lleva a Ferrer a sugerir "una especie de simbiosis" entre la República y la masonería (pág. 274). La abundante presencia de masones en el posterior exilio republicano abona la proposición.

Ferrer Benimeli, no obstante, evita subrayar que la masonería hace política, pese a afirmar que a veces "resulta difícil de creer" que no sea un partido político ni una asociación con fines partidistas. En este libro ha elegido un lugar distante y moderadamente frío desde el que ofrece datos, algunos muy interesantes, sobre los diez presidentes y referencias sobre muchos otros políticos que compaginaron la acción pública con la adhesión secreta a una logia.

Con su conocimiento y su eficacia en la investigación, el auto tiene capacidad para avanzar desde 1936 hasta hoy. Es un buen reto que muchos le aplaudirían. Estoy seguro de que su editora, Ymelda Navajo, se lo ha pedido. Es el libro que falta sobre la masonería.

Otros masones

El hermano menor de César Vidal, Gustavo Vidal Manzanares, acaba de publicar Masones que cambiaron la historia (Edaf) que completa el libro de José Ferrer al trazar las biografías de otros presidentes de gobiernos extranjeros que también pertenecieron a una logia. Además de retratar a los mexicanos Benito Juárez y Lázaro Cárdenas; los estadounidenses George Washington, y Franklin D. Roosevelt y al chileno Salvador Allende, menciona en una curiosa lista final a Dickens, Beethoven, Mozart, Chagall, Napoleón, Fleming, Sorolla, Ramón y Cajal y a Buffalo Bill.