Image: El arquitecto detrás de la cámara

Image: El arquitecto detrás de la cámara

Ensayo

El arquitecto detrás de la cámara

Graham Cairns

8 noviembre, 2007 01:00

Fotogramas de metrópolis, de Fritz lang, filme repleto de propuestas utópicas.

Abada Ed. Madrid, 2007 / 290 páginas, 20 euros

El cine es un arte del tiempo que necesita de espacios (de filmación y de proyección) para existir. A través de decorados y de localizaciones la arquitectura se introduce en el celuloide, impregnada de las inquietudes y tendencias que la han dominado en cada momento histórico. También como argumento: el arquitecto, según ha estudiado J. Gorostiza (La imagen supuesta. Arquitectos en el cine, 1997) es un personaje interesante para los guionistas; las arquitecturas, las ciudades, son el sustrato de muchas historias, o modifican su curso.

Se ha escrito bastante acerca de cómo la arquitectura es representada y cómo determina la visión en las películas. Ya en 1986, J.A. Ramírez se acercaba al tema en La Arquitectura en el cine: Hollywood, la edad de oro. Graham Cairns también lo hace, pero busca además las vías de penetración de conceptos cinematográficos en el diseño, en la "proyección" (oportuna polisemia) arquitectónica. Su libro, que resulta de su experiencia como director de un curso sobre cine y arquitectura en la Universidad San Pablo CEU de Madrid, se divide en tres partes, de interés desigual. La primera, la más sugerente, analiza los planteamientos arquitectónicos de once películas clásicas, y los compara con edificios o estilos constructivos. Las analogías no siempre son evidentes, y el lector puede dudar de que fuera intención del director o de su escenógrafo hacer esas referencias, pero sí cumplen su objetivo de hacernos considerar cómo espacio y técnicas narrativas están íntimamente vinculados. Es chocante, por ejemplo, la asociación de Los carabineros, de Godard, con la arquitectura ficcional del grupo SITE, así como la de La matanza de Texas con la manera en que Rem Koolhaas utiliza determinadas tipologías arquitectónicas para usos inesperados. Algunas de las películas dialogan, según Cairns, con otras épocas históricas: los Cuentos de Tokyo, de Yasujiro Ozu, con las representaciones de la arquitectura en la pintura y el grabado japonés; La gran ilusión, de Renoir, con la sucesión de escenas en profundidad en la perspectiva renacentista; El año pasado en Marienbad, de Resnais, con las pautas espaciales de la arquitectura palacial y el paisajismo barroco. El urbanismo es también tomado en consideración: Metrópolis de Lang haría referencia a propuestas utópicas de los años 20, con la torre central como elemento más característico, y Playtime de Jacques Tati (para la que se construyó un decorado urbano de 15.000 m2) parodiaría el movimiento moderno, enlazando con las actividades de los Situacionistas sobre la influencia de la arquitectura en los comportamientos.

En cuanto a la traslación de la experiencia cinematográfica al proyecto arquitectónico, los autores que más claramente lo han hecho serían Carlo Scarpa, por la revelación secuencial del espacio, la importancia del punto de vista y la imposición de encuadres "pictóricos", y Jean Nouvel, al que Cairns cita a menudo, por la influencia de los "cortes" fílmicos en sus saltos de escala repentinos y por su relación con la fenomenología. Siempre que la arquitectura se inspira en el cine -algo que otros muchos autores han señalado- se piensa a sí misma como recorrido, como guía para el movimiento, incluyendo la dimensión temporal. Por el contrario, la fotografía -que ha tenido repercusiones seguramente más radicales que el cine en la arquitectura (véase, por ejemplo, Building with light de Robert Elwall, 2004) y que no es mencionada por el autor- proporciona una visión estática de la misma.

La segunda parte del libro da cuenta de un taller dirigido por el autor, así como de los experimentos en el terreno de la videoinstalación del desconocido grupo Hybrid Artworks, del que él forma parte. Todo muy lioso y con resultados poco brillantes. Resultaría más revelador ver cómo los artistas han utilizado el vídeo en relación a los espacios arquitectónicos, aunque sería tema de otro libro. éste se cierra con tres pequeños ensayos, sobre los estadios olímpicos, la Fundación Cartier de Nouvel y un repaso de algunos de los pensadores que han estudiado cómo el ojo ha sido mediatizado por el cine (Béla Balázs, Bernard Tschumi, Paul Virilio). Habría que empezar por este capítulo la lectura, pues en él se encuentran las bases teóricas del libro que, sin ser una obra definitiva, incluye útiles apreciaciones y nos hace ser conscientes de las maneras en que cine y arquitectura conducen nuestra mirada.