Image: Historia del mundo y salvación

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Ensayo

Historia del mundo y salvación

Karl Lüwith

8 noviembre, 2007 01:00

Karl Lüwith

Traducción: Norberto Espinosa / Katz, 2007. 320 pp., 26’5 e.

Hoy se escriben pocos libros como éste, con tal solvencia teológica y filosófica. Eso los hace necesarios. Debe, pues, saludarse su traducción y edición como acontecimiento magnífico. Esta editorial, además, tiene la perspectiva de acometer otras obras de este relevante pensador alemán. En este volumen puede felicitarse por la excelente traducción. El texto es un clásico dentro del género de la filosofía de la historia. Efectúa un recorrido a través de esta disciplina filosófica que surge, como tantas otras (estética, filosofía de la religión) a mediados del siglo ilustrado. En este caso la inflexión se produce con Voltaire, verdadera réplica a la teología de la historia de tradición agustiniana que tuvo su último esplendor barroco en el predicador católico Bossuet.

Kart Lüwith (Alemania, 1897-1973) recorre en el texto las figuras principales de ese ámbito del pensamiento: de Hegel a Marx, de Jacop Burckhard a Oswald Spengler, de Gianbattista Vico a Arnold Toynbee. Muestra, a través de ese trayecto, cómo la filosofía de la historia se halla de principio a fin impregnada de teología: especialmente de la teología en su versión judía y cristiana; la que proclamó, como reflexión unitaria del acontecer humano, desde la creación hasta los últimos días, o desde el Génesis al juicio de las naciones y de los pueblos, o al Apocalipsis cristiano, un sentido fuerte y una orientación en el acontecer (entendido como historia de salvación: Heilgeschichte). La filosofía de la historia es, ante todo, una secularización de esa teología de la providencia divina que sin embargo persiste, en la línea de ésta, en recabar un sentido al acontecer en términos globales. De este modo esquiva la propensión griega de concebir el acontecer en términos de azar y destino, o referido a un eterno retorno de las mismas disposiciones y propensiones que intervienen en el mundo de la contingencia (siendo la historia inferior siempre, desde Herodoto, Tucídides y Aristóteles, a la épica o al drama trágico).

El estudio de Lüwith propone librarse de esas impregnaciones que imposibilitan la constitución de este ámbito de reflexión (en una línea convergente de la que desde parámetros intelectuales casi opuestos podría desprenderse de La miseria del historicismo de Karl R. Popper). Frente a esos falsificados anclajes inconscientes en la historia de salvación, verdaderas secularizaciones fallidas, propone una secularización más efectiva, menos propensa a mistificaciones. Buen conocedor de las contrapuestas doctrinas relativas a la teología de la historia, especialmente las de Agustín de Hipona y Gioachino di Fiore, y a partir de una aguda sensibilidad comprometida con los mensajes religiosos del renovado judaísmo del siglo XX (encabezado por la gran teología filosófica de Franz Rosenzweig), así como con la teología cristiana relativa a la unicidad del acontecer histórico de salvación (la encarnación), Lüwith propone una secularización más efectiva, pero no tan sólo con el fin de liberar al mundo de ese encantamiento y hechizo sagrado que tan lúcidamente había propuesto Max Weber como signo de la "racionalización" occidental moderna, sino también, y sobre todo, para preservar y purificar a la Heilgeschichte en su específico ámbito de validez y sentido. Desgraciadamente, en nuestro tiempo se concibe de manera bien unilateral la secularización: como síntoma de pérdida de peso específico de lo religioso (judío, o cristiano). No tiene por qué ser y entenderse así.

La secularización es ciertamente la señal de la modernidad en su aproximación a la historia secular, al mundo empírico, a las formas políticas o de organización de la sociedad. Pero no debe concebirse necesariamente ese saludable proceso como efecto de un radical truncamiento de la relación del hombre con lo divino, o como recusación de la revelación (judía, cristiana). No tiene por qué entenderse como documentación y prueba de lo que suele llamarse "eclipse de Dios". La esclarecedora reflexión de Kart Lüwith permite comprender la secularización de otra manera.

La secularización constituye un episodio necesario de profundización radical en el entendimiento del mensaje de salvación que el cristianismo, o el judaísmo (o un posible Islam clarificado en su ámbito de reflexión y en su práctica, podríamos añadir) introduce como horizonte de esperanza. Precisamente la secularización constituye -a mi modo de ver- una de las principales premisas que permiten salvaguardar, en su espacio propio imposible de reducir y de reprimir, el vínculo del hombre con Dios en el gran negocio de su propia salvación.