Image: El carnaval de la tecnociencia

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Ensayo

El carnaval de la tecnociencia

Antonio Lafuente

6 diciembre, 2007 01:00

Vision nanotecnológica de un tumor

Gadir. Madrid, 2007. 365 páginas, 20 euros

Un libro destilado de un blog es lo que se llama un blook. Los blogueros "escriben sobre lo que (les) pasa, inspirándose en lo último que han escuchado, leído o visto". Antonio Lafuente, doctor en Física que colgó los hábitos para dedicarse a la historia, cultiva y riega un blog muy visitado, Tecnocidanos (http: //weblogs.madrimasd.org/tecnocidanos), desde el que ejerce un cierto tipo de crítica científica. Al transcribir una selección de posts (articulitos) al formato libro ha tenido que introducir un cambio de orden, así como podar los comentarios y los links.

Alrededor de un centenar de breves capítulos se agrupan en tres partes. En la primera se ha tratado de "poner en valor" la participación ciudadana y el conocimiento amateur-profano. La segunda subraya la creciente importancia que tienen los expertos en la gestión de nuestras vidas y señala las presiones a que están sometidos por parte de los intereses industriales e institucionales. En la tercera se muestra a la tecnociencia como capaz de alterar nuestro entorno simbólico y natural (sic) y como una seria amenaza al procomún.

La complejidad del conocimiento del mundo natural hace que, en primera instancia, no pueda ser poseído más que colectivamente por un conjunto de individuos cuyos esfuerzos intelectuales se concentran en distintos ámbitos especializados. La generación de conocimiento incluye múltiples fases que lo depuran y sintetizan hasta hacerlo aceptable y manejable como "ciencia". Toda monografía científica debe ser breve y sintética, pero con información suficiente para que las observaciones y experimentos puedan ser repetidos por otros investigadores. Luego se somete al peer review o evaluación por los pares, evaluadores (competidores) anónimos que el editor elige y supervisa. Lo publicado no se considera ciencia hasta ser confirmado por otros investigadores y está continuamente en entredicho, depurándose las piezas científicas relevantes, tanto de los errores honestos como de los fraudulentos.

En esta colección plural y fragmentaria de breves historias que exploran el papel actual de la ciencia se transmite una crítica sesgada y hostil a una parcela de la cultura contemporánea que, aunque no exenta de las debilidades y lacras que se le imputan, posee numerosas fortalezas y virtudes que aquí se minusvaloran u ocultan. Por notables que sean los ejemplos de hallazgos felices por parte del amateur-profano, es descabellado equiparar esta contribución a la de los científicos. ¿Qué sería de nosotros sin los expertos? Como entre los abogados, los hay que defienden a grupos de intereses, expertos corruptos y falsos expertos, pero son abrumadora mayoría los que dan fe rigurosa de lo que saben, conocimientos que no serían asequibles para el gran público sin su concurso. No es aceptable la conclusión implícita de que recibir presiones es lo mismo que ceder ante ellas.

Cualquier científico sabe cuán diversas patologías pueden afectar a la evaluación por los pares, pero no se conoce una alternativa mejor. Gracias a él, la ciencia trata de escapar del carnaval de ideas sin fundamento que en la blogosfera ahoga al minoritario acervo de voces sensatas. Baste un ejemplo: si Lafuente hubiera consultado la literatura científica cuando publicó su post sobre el síndrome de despoblamiento de las colmenas, no hubiera incurrido en ligerezas inaceptables en un científico. Escribir sobre lo que pasa, inspirándose en lo último que se ha escuchado, leído o visto, está muy bien, pero el que lo haga debería documentarse también fuera de la blogosfera y no hacer ruido con conocimientos errados o a medio digerir.