Yo tenía un camarada
César Alonso de los Ríos
20 diciembre, 2007 01:00César Alonso de los Ríos. Foto: Diego Sinova
El subtítulo lo deja bien claro. Se trata de ilustrar el pasado franquista de los maestros intelectuales de la izquierda española. Desde Pedro Laín Entralgo hasta Eduardo Haro Tecglen, pasando por una larga nómina en la que se incluyen D’Ors, Vicens Vives, Josep Plá, Aranguren, Ridruejo, Tovar, el padre Llanos, Torrente Ballester, Ruiz-Giménez, Areilza, José María Castellet y Alfonso Sastre, aunque no faltan alusiones a algunos otros escritores de la posguerra. En ese sentido, pocas cosas habrían sido más convenientes que un índice onomástico. Todos los aludidos, se sugiere, entonaron en algún momento, con más convicción de la que con posterioridad han reconocido, el "Yo tenía un camarada" que cantaban los falangistas. Una canción que, pese a estar tan ligada a la imagen nazi, tuvo su origen en la guerra nacional de liberación de los alemanes contra Napoleón. Paradojas de la historia.Alonso de los Ríos, que es quien ha creído conveniente completar algunas de estas lagunas de la memoria personal, que no de la histórica, es un periodista de larga experiencia que inició su tarea profesional de la mano de Delibes en "El Norte de Castilla" y estuvo ligado a empresas críticas del franquismo como la revista "Triunfo". En paralelo, militó en el "Felipe", un movimiento de convergencia entre grupos cristianos y marxistas, antes de entrar en el Partido Comunista y de trabajar en "La Calle", que fue uno de sus medios afines. Posteriormente evolucionaría hacia posiciones liberales y, en la actualidad, colabora en ABC.
Toda esa experiencia periodística y política aflora en este ejercicio de memorialismo, realizado con un cierto tono de urgencia que no ha favorecido el cuidado de la edición, que se desarrolla con el apoyo de una sugerente bibliografía, en la que falta algún título de entidad, como la biografía intelectual de Muñoz y Lloret sobre Vicens o las páginas que Xavier Pericay ha dedicado a Plá, aunque no falta la recuperación intencionada de textos arrinconados en esa zona de penumbra entre el olvido intencionado y la desmemoria consentida. En algún caso, como el del vibrante artículo que Haro Tecglen dedicó al traslado de los restos de José Antonio a El Escorial, el autor no duda en concederle el honor de reproducirlo íntegramente.
De los Ríos toma como referencia el congreso de intelectuales que se celebró en Salamanca en 1984, ya con el primer gobierno socialista, para lamentar la oportunidad perdida de una revisión a fondo de lo que llama la generación de 1936, un grupo de nacidos hacia 1910 que llegaron a la guerra civil en plenitud física y tomarían después la responsabilidad de dirigir el nuevo Estado. Una situación que empezaría a cuartearse con la revuelta estudiantil de 1956 y que Dionisio Ridruejo denunció en 1962 con Escrito en España.
Un libro apasionado e intencionado en el que el autor, como ya hiciera en otro anterior dedicado a Tierno Galván, se muestra inclemente con muchos olvidos interesados que no contribuyen en nada al conocimiento de nuestro pasado.