Image: Movimientos cívicos. De la calle al Parlamento

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Ensayo

Movimientos cívicos. De la calle al Parlamento

Carlos Martínez Gorriarán

27 marzo, 2008 01:00

Gorriarán en un acto de ‘¡Basta ya!’.

Turpial. Madrid, 2008. 225 páginas, 18’50 euros

En las ciencias sociales y los análisis políticos la noción de "movimiento obrero" ocupó durante mucho tiempo un papel hegemónico, como "motor de la historia" en las coordenadas de la dialéctica marxista. Antes incluso del aparatoso derrumbamiento del socialismo real, la crisis del marxismo como filosofía e interpretación de la realidad condujo a una disolución del protagonismo proletario en el concepto más amplio y flexible de "movimientos sociales". Desde hace algún tiempo está en boga la expresión "movimiento cívico", una denominación más precisa que acentúa las cuestiones de ciudadanía, libertad individual y límpida participación democrática.

Quien nos habla de esto último es un personaje que reúne sobradamente las condiciones teóricas y prácticas para hacerlo: profesor de Filosofía en la Universidad del País Vasco y articulista habitual en prensa, Carlos Martínez Gorriarán es conocido sobre todo por su protagonismo "cívico" como portavoz de la plataforma ¡Basta Ya! y, más recientemente, por su activa participación en el nuevo partido político que lidera Rosa Díez, Unión, Progreso y Democracia. Esta obra puede verse como una reflexión sobre las circunstancias que llevaron a un grupo de personas que mantenían una actitud crítica sobre algunos aspectos de la realidad nacional a dar el salto desde el testimonio ciudadano comprometido a la intervención política directa. El subtítulo, "de la calle al Parlamento", resume certeramente esa trayectoria.

El libro, de estructura diáfana y ejemplar claridad expositiva, está dividido en tres partes, de extensión semejante y evidente complementariedad. En la inicial -"¿Qué podemos hacer?"- se hacen, sobre todo al comienzo, una serie de consideraciones teóricas para caracterizar al "movimiento cívico" en el conjunto de los movimientos sociales: el primero, argumenta Gorriarán, es una "comunidad de individuos unidos por la libertad compartida", frente a cualquier otra colectividad basada en clases, iglesias, pueblos, tribus, etnias o naciones. Un movimiento cívico es una asociación de ciudadanos, no de masas, cuya finalidad es básicamente defender la libertad amenazada en algún ámbito político o social. Esa movilización surge, pues, ante un estado de injusticia o avasallamiento; es una especie de pacífica pero firme rebelión ciudadana ante una cierta anormalidad democrática, que parte de la dura constatación de que el Estado incumple algunas de sus responsabilidades (p. 37). Como éste no es un libro de teoría política, sino de teorización de unas iniciativas muy concretas, todo lo anterior se puede expresar en términos sencillos: estamos hablando en especial de la hartura de un amplio sector de la ciudadanía vasca ante la extorsión de ETA y, en general, del hastío hacia lo que algunos, como Fernando Savater, han denominado en ese mismo contexto "nacionalismo obligatorio".

Las libertades, dice el autor, sólo son reales cuando pueden ponerse en práctica. Ante el miedo, la hipocresía y el lenguaje manipulado, hay que recurrir a veces a verdades de perogrullo. Pero, precisamente por ello, no basta con una lamentación de tertulia, hace falta una resistencia activa ante la violencia política: a los "movimientos cívicos contra ETA" está dedicada la segunda parte. Esa rebelión contra el terrorismo tarda en arrancar porque la sumisión comprensiva ante la razón de la fuerza había arraigado profundamente en la sociedad vasca. Fue la rebeldía de algunas víctimas lo que empezó a cambiar las cosas. A ellas se unieron los amenazados y luego, sencillamente, ciudadanos solidarios. Así surgieron Gesto por la paz, Covite, Foro de Ermua y ¡Basta Ya!, en cuya gestación, como antes adelantaba, participó activamente Gorriarán. La constatación de que tales colectivos no lograban variar la situación que denunciaban abre paso a la tercera parte, "del movimiento cívico al partido político".

Más allá de situaciones excepcionales, la forma legítima de influir en las decisiones políticas en una democracia es la iniciativa parlamentaria, lo cual implica participar por los cauces establecidos. Ello lleva, pese a todos los inconvenientes, a constituir un partido que compita en la lucha electoral. Un partido "nacional y transversal" con los valores supremos de "libertad, igualdad y laicidad": ése es el objetivo en el que ahora está empeñado el autor, junto a los que comparten su preocupación y diagnóstico. No es extraño por ello que el libro termine con una cierta ambigöedad al tratar de responder a la pregunta: "¿tienen futuro los movimientos cívicos?"