Image: Sea breve, por favor. Pensamientos y recuerdos

Image: Sea breve, por favor. Pensamientos y recuerdos

Ensayo

Sea breve, por favor. Pensamientos y recuerdos

Vaclav Havel

25 septiembre, 2008 02:00

Vaclav Havel

Traducción de Monika Zgustova. Galaxia Gutenberg/Círculo. Barcelona, 2008. 427 pp., 30 euros

Entre los protagonistas de la revolución pacífica que hace veinte años liberó a la Europa central y oriental, hay dos que permanecen en el recuerdo: el obrero polaco Lech Walesa y el intelectual checo Václav Havel. Ambos representaron el triunfo de la disidencia sobre unas dictaduras burocráticas que habían perdido todo estímulo ideal. En el caso checo se forjó el término de "revolución de terciopelo", para referirse a la facilidad con la que el movimiento democrático alcanzó el consenso con unas autoridades comunistas convencidas de que el futuro no les pertenecía. En Sea breve, por favor -un libro no tan breve como el título sugiere- Václav Havel (Praga, 1936) dedica muy pocas páginas a la revolución de terciopelo, para centrarse en el largo período en que este escritor disidente, que había pasado varios años en las cárceles comunistas, residió en el histórico castillo de Praga, como presidente de Checoslovaquia primero y como presidente de la República Checa tras la escisión del país. En total fueron tres mandatos que, con un breve intervalo, se prolongaron desde 1989 hasta 2003.

La estructura de Sea breve, por favor es extraña. Se trata de un collage en el que se van intercalando una entrevista con el periodista checo Karel Hvízd’ala, anotaciones diversas tomadas en los años de la presidencia y reflexiones escritas expresamente para el libro en 2005. La presentación tipográfica permite identificar fácilmente estos tres componentes y da al lector que no ame el collage la oportunidad de leer un libro más convencional y más breve: la entrevista con Hvízd’ala -o más bien la respuesta escrita de Havel al cuestionario enviado por aquél-. En ella aparecen los grandes temas del libro, desde la concepción europeísta de Havel hasta su experiencia cotidiana de intelectual convertido en estadista, pero quien ignore el resto del libro se perderá también reflexiones importantes, como la que dedica a la guerra de Irak. Hombre de diálogo y de consenso, incluso excesivamente reacio al enfrentamiento según él mismo admite, Havel es sin embargo un firme partidario de que las democracias repliquen incluso con la fuerza militar a los dictadores culpables de atrocidades y peligrosos para la paz mundial. Fue para él una experiencia inolvidable el encuentro en Kosovo con los refugiados a los que la intervención de la OTAN había permitido volver a sus hogares. Pero se muestra por otra parte muy lúcido al analizar la cadena de errores que se cometió en la intervención contra el sin duda sanguinario tirano de Bagdad.

Todo ha salido tan bien, tantos países, desde Estonia hasta Eslovenia, se han convertido sin traumas en democracias estables y en economías de mercado prósperas, que resulta fácil olvidar lo que Europa debe a gentes como Havel. Su visión de que era necesaria una rápida integración de las nuevas democracias en la OTAN y en la Unión Europea, para protegerlas frente a eventuales amenazas exteriores y frente a derivas internas hacia la demagogia nacionalista y populista, se ha revelado acertada. Hoy que la Rusia de Putin parece creer de nuevo que la grandeza de un país se mide por su capacidad de intimidar a sus vecinos mediante los carros armados, la firmeza democrática que preconiza Havel es necesaria. Conviene también reflexionar sobre su crítica de ese materialismo mediocre que predomina hoy en su país y en muchos otros, incluido el nuestro, y que ignora los grandes ideales y los grandes proyectos para prestar sólo atención a los beneficios económicos y al corto plazo. Sus reflexiones sobre el teatro y la política, por último, revelan el buen criterio de quien ha sido dramaturgo y estadista. La política no sigue guiones dramáticos ni conduce a desenlaces definidos, pero para interesar al ciudadano medio, sin cuyo concurso la democracia se debilita, no está de más darle vigor dramático.