Historia de la violencia contra las mujeres. Misoginia y conflico matrimonial en España
Antonio Gil Ambrona
4 diciembre, 2008 01:00Manifestación contra el maltrato en Bilbao. Foto: Mitxi
El 25 de noviembre de cada año se celebra el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia Contra las Mujeres. Fue instituido por la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas en el año 1999 para recordar que tres décadas antes, en esa misma fecha, tres hermanas eran asesinadas por encargo del dictador dominicano Leónidas Trujillo. Desde el comienzo de la Historia han existido hombres que han abusado de su fuerza física o política para someter, humillar o incluso asesinar a mujeres. En las dos últimas décadas el proceso global de emancipación está implicando una mejora considerable de la condición femenina. No obstante, casos como el de Ciudad Juárez en México, con sus centenares de mujeres secuestradas, violadas y asesinadas, sin el hallazgo y castigo de sus verdugos, muestran que es necesario hacer mucho más.Si utilizamos como escala para medir la violencia de género el número de mujeres asesinadas por hombres próximos a ellas, veremos que España, en el contexto de la Unión Europea, está entre los países menos violentos. Eso no quiere decir que las cifras en sí mismas no sean espeluznantes. El Instituto de la Mujer cifra en sesenta las mujeres asesinadas en el año 2005, en sesenta y ocho las que murieron en 2006 y en setenta y cuatro las asesinadas el año pasado.
A partir de una sugerencia de Ricardo García Cárcel, catedrático de Historia Moderna de la Universidad Autónoma de Barcelona, Antonio Gil Ambrona comenzó, en el verano de 2005, a historiar la violencia contra las mujeres en España. Nuestro autor sitúa en Roma el origen de una mentalidad machista que ha pervivido con el paso de los siglos. El padre gozaba de la patria potestas y ésta le daba derecho a decidir sobre la vida de sus hijos. Podía abandonarlos al nacer, venderlos como esclavos, casarlos o disolver sus matrimonios. Las mujeres del Imperio Romano eran suje-tos pasivos excluidos de la vida política.
En el periodo feudal la condición femenina no mejora en la Península Ibérica. Moros y cristianos impusieron sumisión y castidad a sus mujeres. En pleno siglo XII, la mismísima reina Urraca habría recibido severas palizas de su segundo marido, el rey aragonés Alfonso el Batallador. A juicio de Gil Ambrona, tanto Isabel la Católica como su hija Juana la Loca sufrieron las consecuencias de estar casadas con hombres adúlteros y manipuladores.
No parece que en la América hispana fueran mejor las cosas para las mujeres. Gil Ambrona trae a estas páginas la muerte de Catalina Juárez, esposa de Hernán Cortés. En 1529, siete años después del fallecimiento de Catalina, su madre le denuncia por asesinato. Defensores de Cortés, como los historiadores Hugh Thomas o Bennassar, y acusadores como el autor de estas páginas mantienen posturas contrapuestas. En lo que sí coinciden es en señalar la posición desventajosa que en el matrimonio de la época tenían las mujeres.
Alonso Cano, Miguel de Cervantes, Lope de Vega, Tirso de Molina o Calderón de la Barca dan paso a los pensadores ilustrados en el recorrido histórico propuesto por Antonio Gil Ambrona. Ni éstos ni el movimiento romántico mejoran el estatus femenino. Ya en el siglo XX la obra de Emilia Pardo Bazán le sirve a nuestro autor para subrayar que la violencia de los varones contra las mujeres era común tanto a los "señoritingos ociosos y juerguistas" como a los "integrantes de las clases bajas y marginales".
Alfonso XII y su hijo Alfonso XIII ilustran con sus respectivos comportamientos familiares y conyugales el desnivel existente entre los hombres y las mujeres de la época. Para Gil Ambrona, la llegada de la Segunda República y la Ley de Divorcio de 1932 significan para muchas mujeres la liberación de las amarguras del matrimonio. Tras la cesura de la Guerra Civil el lector es llevado a la espesura de la familia de Francisco Franco y a la pesantez de la época. Se cierra este volumen con la actualidad de la Ley de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género aprobada por unanimidad del Parlamento el 28 de diciembre de 2004. Si a ello se añade la reforma de la Ley de Divorcio de 2005, que acorta plazos y trámites, nos encontramos con una situación llena de novedades que quizá revierta en la disminución, o incluso el cese, de los abusos de poder y fuerza de los hombres contra las mujeres.