Image: Los funerales de Castro

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Ensayo

Los funerales de Castro

Vicente Botín

3 julio, 2009 02:00

Fidel Castro. Foto: H. O.

Ariel. Barcelona, 2009. 464 páginas, 25 euros

Sólo libros como éste justifican el coste de mantener en la Cuba moribunda de los Castro, según el autor otra aldea Potemkin con los decorados de palabras, a corresponsales permanentes que no pueden contar la verdad de lo que allí sucede. "La isla Potemkin [...] acabará por desmoronarse en el olvido", afirma Vicente Botín tras 38 años en TVE, los tres últimos en la Habana. "El tinglado ha durado demasiado tiempo, pero los decorados se mantienen todavía" (p. 18).

Amenizado con los mejores boleros, el recital sobre Cuba que da Botín en esta obra es un ejemplo de excelencia literaria, agudeza periodística y rigor académico. Prescinde de la ideología y tritura sin compasión la apabullante hojarasca propagandística que, desde los babosos botafumeiros de la izquierda ciega y desde las humeantes gusaneras de Miami, han distorsionado por completo la realidad cubana.

"Durante toda su vida, Fidel Castro libró un combate singular contra el ‘imperio’, cuya torpeza le proporcionó los mejores argumentos para justificar su larga permanencia en el poder", reco- noce. "Si Estados Unidos hubiera dejado en paz a Cuba, el uniforme verde olivo del comandante se habría apolillado en el armario y con él su propietario" (p. 28).

Desde el espejo roto de la capital, que en 1842 la condesa de Merlín ya describió como una de las ciudades más hermosas del mundo, el autor se va adentrando, por este orden, en el cochambroso estado de la mayor parte de las viviendas; en un sistema de transporte penoso; en una red eléctrica en ruinas; en cartillas de racionamiento cada vez más delgadas; en un apartheid económico con sueldos de miseria y un jineterismo humillante; en los grandes mitos sanitario y educativo; en la estricta censura cultural y periodística, digna de los totalitarismos más duros; en las flagrantes violaciones de los derechos humanos; en una corrupción rampante que lo impregna todo, y en un Ejército convertido en dueño de las mejores empresas del país a través de GAESA y que, a diferencia de casi todos sus vecinos, nunca ha sido utilizado para reprimir a la población civil. Cada capítulo es una ventana que permite distinguir perfectamente la Cuba real y la virtual, el infierno cotidiano y el paraíso revolucionario de nunca jamás.

Cincuenta años después de su victoria, el castrismo sigue prohibiendo la compraventa de casas e impidiendo que los cubanos vivan donde quieran. Sin bulenques y coleros, conseguir billete en las desvencijadas guagöas que conectan La Habana con Santiago es una odisea y conseguir un coche particular, si no perteneces a la secta dirigente o a la minoría profesional mimada que puede viajar al extranjero, un imposible.

El periodo especial que provocó el desplome soviético continúa, aunque no se reconozca y se maquillen sistemáticamente las cifras, y las armas de los Castro para edulcorarlo -desde las ollas arroceras hasta la nueva política de Raúl para aumentar la producción agrícola- no han servido de nada.

La culpa, naturalmente, es siempre del bloqueo, contra el que, en sus reflexiones desde la cama, Fidel Castro sigue proponiendo "crear reservas de alimentos y combustible". La paradoja es que "la mayor parte de la reserva de alimentos (desde 2001) estaría compuesta de productos estadounidenses. En lo que respecta a los alimentos, el bloqueo es tan virtual como la invasión o como el campo cubano, un hermoso paisaje salpicado de palmas reales, pero improductivo y yermo" (p. 129).

En las purgas más recientes en el vértice del sistema el autor ve un intento de mantener la nave a flote cuando Fidel desaparezca. Tras un análisis meticuloso de los actores principales del régimen y de la disidencia, duramente perseguida hasta hoy (54 de los 75 detenidos en 2003 siguen pudriéndose en las cárceles y por cada liberado ha habido varios detenidos nuevos), Botín concluye que -sin el carisma, el fanatismo y el numantinismo de su hermano- Raúl, a pesar de los obstáculos, es el puente hacia el futuro.

"Ha iniciado un camino […] que, previsiblemente y por propio interés, conducirá a la democracia", concluye Botín. "Es un proceso largo, cuyo final Raúl Castro no verá, probablemente, pero que va a permitir que la Revolución se salve, blanqueada en las urnas" (p. 410). ¿Cómo? Con el Ejército controlando los sectores básicos del país (petróleo, níquel y turismo), cambiando el uniforme verde olivo por el traje gris ejecutivo y alumbrando un partido sólido, construido con los materiales de derribo de las viejas estructuras. "Y todo ello bajo la guía de un líder de nuevo cuño, de un Vladimir Putin tropical", señala el autor. "A los cubanos les toca impedir que eso ocurra".