Image: Jesús de Nazaret

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Ensayo

Jesús de Nazaret

Carl Theodor Dreyer

10 julio, 2009 02:00

Traduc. de J. R. Panizo. Sígueme. Salamanca, 2009. 256 páginas, 18 euros

Este libro del cineasta danés Carl Theodor Dreyer (Copenhague, 1889- 1968) es un dechado de sensibilidad y rigor. Se trata de un guión de cine: el guión de una película que no logró filmar, aunque en los años 40 llegó a viajar a Hollywood en busca de financiación. Dreyer intentó representar, en definitiva, la biografía que se relata en los cuatro evangelios. Pero representar una escena -en una película, digamos, realista- exige "poner" todo lo que se ve en cualquier situación de la vida real, sin más que abrir los ojos. Así que hizo el esfuerzo de agotar la realidad visible y recabó, para ello, toda la información necesaria -y más- de los expertos en exégesis y en historia y cultura judía de los días de Jesucristo.

En más de una ocasión, Dreyer llega a indicar detalles que demuestran que no se conformó con la lectura de obras de divulgación. Basta observar, por ejemplo, que en una escena de la película sobre Cristo que se debía desarrollar en una sinagoga, el lector de la Biblia tenía que recitar tres versículos del texto hebreo y, seguidamente, otro lo repetía en arameo. Así se hacía, en efecto, desde los días del exilio, cuando los judíos dejaron de hablar hebreo, algo que no sabe cualquier divulgador.

El libro de Dreyer resalta con nitidez en la actual baraúnda de libros de tema religioso, abordado en una inagotable diversidad de perspectivas y, también, de actitudes ante la realidad. Sólo tengo espacio para contrastarlo con uno: el debate de Habermas con los profesores Reder, Schmidt, Brieskorn y Ricken que se recoge en Carta al Papa: Consideraciones sobre la fe (El arco de Ulises, Paidós, 2009). Habermas sigue fiel a su confianza en la "circularidad reflexiva" y no sólo admite, sino que subraya el valor de las aportaciones de la religión a ese diálogo del que debe surgir el consenso que haga posible la convivencia. Y la explicación que aduce es que siempre hay "algo" a lo que no se puede llegar si uno se vale sólo de la razón natural. Qué es ese "algo", precisamente porque escapa al puro razonamiento, no es posible definirlo de entrada.

Hay que recordar que a Habermas le impresionó la espiral de la investigación genética y que llegó a decir en 2004 que no es necesario creer en Dios para darse cuenta de que el Dios de los cristianos deja a sus criaturas mucha mayor libertad que la que dejará quien fabrique un embrión a la carta. Lo cual supone que para el alemán ese "algo" al que se llega por la reflexión no depende de que la ciencia avance más. En el fondo del reconocimiento de Habermas a la contribución de las religiones al consenso palpita el supuesto de que son ellas las que mejor pueden "dar sentido" a la propia convivencia. Pero alguno de los profesores que debaten con él le recuerda que una cosa es que la explicación cristiana de lo que ocurre tenga "sentido" y otra que la finalidad del cristianismo consista en "dar sentido". El sentido viene dado por la realidad (en este caso, la historia concreta de la vida mortal de Cristo).

Quizá por eso, a Carl Dreyer, le preocupa precisamente apurar la realidad. Otra cosa es que ese aparente afán de erudición -el de un guionista y creador como él- sólo tenga sentido si se presupone el sentido. En todo caso, escribió un libro sumamente agradable.