Culturas políticas del nacionalismo español. Del Franquiismo a la Transición
Manuel Ortiz Heras
17 julio, 2009 02:00Desfile de la Victoria en Madrid en 1961
La referencia explícita al "nacionalismo español" -debida probablemente a razones comerciales- puede despistar en principio al lector por restrictiva y sesgada. Es verdad que el capítulo 1 es una valoración de conjunto de las relaciones entre franquismo y "nacionalismo español", escrita por un experto como Núñez Seixas, que resume y prolonga aquí algunas de las líneas que ha desarrollado en trabajos anteriores (por ejemplo ¡Fuera el invasor! Nacionalismos y movilización bélica durante la guerra civil española, M. Pons, 2006). Los capítulos 3 y 4, que se ocupan respectivamente de las actitudes de la derecha y la izquierda españolas ante la idea de nación, también entrarían en este ámbito. Están escritos por dos grandes conocedores del asunto, Sebastian Balfour y Alejandro Quiroga, que ya publicaron un interesante y polémico libro conjunto sobre parecido tema (España reinventada. Península, 2007). Se puede discrepar de sus premisas y aseveraciones, pero debe reconocerse que sus escritos, serios y rigurosos, son siempre una buena base de debate.
Ahí termina la consideración del nacionalismo español como asunto central (y digo esto no en sentido peyorativo, sino informativo). El capítulo 2, escrito por Sandra Souto, trasciende las coordenadas españolas para poner en relación los movimientos nacionalistas en el conjunto de Europa con el fenómeno de la movilización juvenil. El capítulo 5, elaborado por óscar Martín, utiliza las fuentes del Foreing Office para bosquejar la transición española desde fuera, deteniéndose en los problemas de orden público que creaba al régimen el movimiento revolucionario en el País Vasco. De modo aún más incontrovertible, D. Muro en el capítulo 6 ya no habla de nacionalismo español sino de nacionalismo vasco en aquella "larga transición" caracterizada por la violencia política como factor desestabilizador.
Los tres capítulos que siguen no abandonan la senda del conflicto político, pero lo abordan de modo indirecto. El hilo que los une no es tanto la lucha política o el entramado nacionalista como la cuestión religiosa, que se desmenuza desde tres ópticas complementarias: primero, la transición religiosa propiamente dicha (López Villaverde), luego el análisis de la información religiosa en las páginas del diario El País, como paradigma de la opinión "progresista" (González Madrid y Ortiz Heras) y el movimiento de objeción de conciencia (Pedro Oliver). Los dos capítulos finales encuentran su acomodo por el enfoque que sus respectivos autores (Isabel Porras y J. F. Fernández Jiménez) dan al objeto de estudio, los hospitales infantiles y las diputaciones. En el primer caso, los mencionados centros sanitarios aparecen no sólo como medio para reducir la mortalidad sino para dar una capa de modernidad al franquismo, mientras que en el segundo se usa como fuente fundamental la experiencia del autor al frente de la Diputación Provincial de Albacete.
Casi todos los artículos coinciden además en que están escritos desde unos presupuestos de izquierda, muy críticos con las instancias conservadoras y con el llamado "nacionalismo español", que se asimila con aquéllas. Obra irregular y heterogénea, que no rehuye los aspectos polémicos, contiene no obstante muchas páginas que invitan a reflexionar sobre algunos aspectos esenciales del régimen político que nos hemos dado los españoles.