Image: El estante vacío

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Ensayo

El estante vacío

Rafael Rojas

17 julio, 2009 02:00

Fidel Castro aclamado por sus seguidores (1959). Foto: Archivo

Anagrama. Barcelona, 2009. 240 pp., 16,50 euros


Se equivocará quien se acerque a El estante vacío, del historiador y ensayista Rafael Rojas (Santa Clara, Cuba, 1965) con la idea de encontrar en este ensayo algo así como un panfleto teledirigido anticastrista. Rojas reside en México, es un exiliado, pero es sobre todo un demócrata y un pensador crítico. El título de la obra, habla ya, a las claras, de cuál es el asunto: la historia de un gran hueco, una ausencia, una exclusión, un "vacío en la distribución de ideas" y los efectos que durante decenios -desde el triunfo de la Revolución a nuestros días- ha tenido el hecho de que el Estado se erija como controlador y editor de las lecturas de sus ciudadanos. Rojas analiza por extenso los peligros de una idea única de "cultura nacional" y de supuesta "ilustración socialista", que tacha de "anticubano", "imperialista" etc., a cualquier texto que se desvíe, mucho o poco, de la norma. Gran paradoja -constatará el autor- que Cuba sea al tiempo un país de grandes lectores y un país de lecturas absolutamente controladas y sesgadas. El castrismo no quiso correr el riesgo de que las ideas de Hannah Arendt, Isaiah Berlin, Popper, Habermas, Steiner… y tantos otros (liberales, socialdemócratas, neomarxistas...), circularan por la esfera pública.

Particularmente interesante resulta el análisis de conceptos como: subdesarrollo, descolonización, civilización/barbarie, Ilustración, moralidad, ciudad, exilio, etc. que el autor rastrea en los ensayos, documentos y novelas de cada etapa. Rojas describe los avatares del entusiasmo y posterior desencanto de intelectuales y autores como Sartre, Fanon, Enzensberger, Debray, Neruda, Max Aub, Oscar Lewis...

Uno de los grandes logros estriba en marcar los tiempos "deológicos" de cada una de las fases, desde antes de Batista a nuestros días. Tras la caída del telón de acero, sólo quedan "souvenirs de un Caribe soviético", un sujeto desorientado, muchas Habanas superpuestas, la "fiesta vigilada", el revival de figuras que el primer castrismo había barrido: jineteras y proxenetas, nuevos ricos... Un gran y conmovedor capítulo el dedicado a Walter Benjamin, el proyecto frustrado de su escapada a Cuba, su suicidio en el Pirineo catalán ante el avance del nazismo y la falta de salidas. Benjamin aparece como el gran marxista antitotalitario (tan antiestalinista como antifascista).

Al final del libro, Rojas incluye su lista del "estante vacío": 70 libros no-leídos en Cuba, clasificados por novelas, prosa y cuento, poesía, ensayo, Historia, memoria y testimonio y ciencias sociales. Quizá el gran acierto de Rojas haya sido elaborar un estudio brillante, concienzudo, no-tendencioso, en el que la descripción (profusamente documentada) pesa mucho más que la valoración subjetiva. Por decirlo así, permite que los hechos y los textos hablen por sí mismos, haciendo que las falsedades caigan por su propio peso. Quizá porque Rojas es un auténtico ilustrado.