Image: La guerra de los agujeros negros negros

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Ensayo

La guerra de los agujeros negros negros

Leonard Susskind

20 noviembre, 2009 01:00

Leonard Susskind

Trad. de J. García Sanz. Crítica, 2009. 478 pp., 28 e.


Bonita manera de celebrar el final de una guerra. Contemplen a un grupo de primeras espadas de la física teórica -el autor de este libro entre ellos- reunidos en Santa Bárbara, Universidad de California,y cantando y bailando la Maldacena. Que no es sino aquella Macarena tan popular, a la que han adaptado una letra alusiva a sus trabajos, y repitiendo como estribillo un "¡Eh, Maldacena!". Ya da a entender Susskind (1940) que los físicos teóricos tienen a veces poco fundamento (en el sentido navarro de la expresión, no en el científico). ¿Qué había pasado?

Más de veinte años antes, en 1976, Hawking había planteado un simple experimento mental: arrojar un trozo de información en un agujero negro. Para la relatividad general, un agujero negro es un punto de no retorno por lo que afirmaba que esa información se perdía irremediablemente para el mundo exterior. Pero, por otro lado, la con-
servación de la información es una de las leyes de la Naturaleza, por lo que, o bien sería necesario reconstruir las reglas básicas de la física o habría algo equivocado en la teoría de la gravedad de Einstein cerca del horizonte de un agujero negro. Esta paradoja de Hawking enfrentó los principios de las dos teorías, la cuántica y la relativista, cuando probar su coexistencia es, como dice el autor, el gran problema de nuestra generación. Se abrió así una guerra intelectual entre dos bandos: Hawking y los relativistas, y, por la parte cuántica, los físicos de partículas capitaneados por Sus-skind y Gerard’t Hooft, premio Nobel en 1999. El libro es la crónica de esta contienda cuya clave estribaba no en abandonar la mecánica cuántica sino en reconciliarla con la teoría de los agujeros negros.

Es una batalla de ideas largamente debatidas por físicos y filósofos y narradas por nuestro autor. Finalmente, Juan Maldacena, el de la canción, y otros colegas calcularon la velocidad con la que se evaporan los agujeros negros y sus resultados coincidían con los obtenidos por el método Hawking pero utilizando métodos convencionales de la mecánica cuántica que precisamente prohibe la pérdida de información. Es verdad que si la teoría de cuerdas en que se basan es rigurosa pero de difícil comprobación experimental, resulta un laboratorio matemático consistente en el que puede examinarse la paradoja de Hawking. Y lo que nos ha dicho es que los argumentos que emplea no podían ser correctos: la información nunca puede ser destruida. A partir de 2004 Hawking anunció que había cambiado de opinión y que, en efecto, la información escapa del agujero negro. Pierde la apuesta pero no la admiración de los compañeros que se habían enfrentado a él.

¿Difícil de exponer todo esto? Sí: los fenómenos cuánticos no se pueden explicar en términos que la mente humana llegue a visualizar y hay que recurrir a las matemáticas, dice el autor, "pero con paciencia podrán captar los pasos importantes". Y así, va describiendo con analogías y hasta con humor su autobiografía mental alrededor de este problema. Aún tranquiliza al lector: "Si usted se ha perdido un poco no se preocupe. Estamos en una zona de cosas que los humanos no estamos cableados para entender fácilmente". Pero él hace lo imposible para que lo entendamos y nos asomemos al complejo mundo del conocimiento que los físicos están desarrollando. Alguien podría decir que esto es pura teoría y que, de momento, nadie sabe cómo aplicar las lecciones que han aflorado al amparo de la paradoja de Hawking. ¿Por qué se preocupan los físicos? Lo dice muy bien el autor: para satisfacer su curiosidad sobre cómo funciona el universo. Fascinante espectáculo el de estos esfuerzos por entender el mundo.