Ensayo

Marco Aurelio

Anthony Birley

20 noviembre, 2009 01:00

Trad. José Luis Gil Arista. Gredos. Madrid, 2009. 444 páginas, 30 euros


Es más que posible que un emperador -sobre todo si se trata de un emperador del Imperio Romano- merezca una biografía. No es infrecuente que un filósofo obtenga otra. Cuando se trata de un emperador filósofo -o viceversa-, es decir, de un animal tan raro como el iracundo Centauro o el elegante Pegaso, la biografía es casi obligada.

Con paciencia, con esmero, Anthony Birley (1937) se ha aplicado en esta biografía de Marco Aurelio, el Centauro, el Pegaso. Y ha logrado un libro por muchas cuestiones excelente. En primer lugar, porque no va a decepcionar a los historiadores y no va a traicionar a los filósofos: cierto es que la filosofía de Marco Aurelio, la de sus Meditaciones, se concentra en una decena larga de apretadas páginas casi finales. Pero también es cierto que toda su enseñanza, toda la génesis, y la estructura, de su vocación, se va preparando en cuidadosas páginas de reflexión y correspondencia. Aunque quizá no sea eso lo más fascinante del libro. Porque el autor, con enorme acierto, ha dispuesto el gran material de su erudición de una manera sabia y controlada. Se trata de un libro de historia, de política, de filosofía, que propone un fresco impresionante de unos años cruciales del segundo siglo de nuestra era.

El lector va a percibir el paso de los años, como va a percibir el cambio de las circunstancias. Pero, más aún, va a verse sumido -con placer- en una lección magistral que versa sobre las condiciones sociales, culturales, económicas, políticas, administrativas, de esa Roma y de ese imperio. Los grandes nombres -Marco Aurelio, su familia- se repiten, pero también otros nombres menores, que tal vez aseguraran el gobierno del Imperio. Desde su niñez, vemos a un emperador que estaba destinado al cargo, que acaso detestaba. Vemos las tribulaciones de un individuo. Eso es lo que se espera de una biografía. Pero lo que ofrece el libro es mucho más. Porque las tribulaciones del emperador se enmarcan en un cuadro ejemplar que rodea a los asiduos a la corte. De hecho, el único aspecto objetable al libro es uno de sus méritos: la avara erudición, que no se detiene ante la genealogía de un personaje menor, de uno de los muchos que rodearon a Marco.

Las páginas de este libro, que se leen con creciente interés, van dibujando la figura de un enorme gobernante y de un concentrado filósofo. Pero, sobre todo, van escribiendo la historia de los confines de un Imperio, la historia, también, de sus hábitos de gobierno. De un Imperio que llegaba a su máxima expansión y tal vez ya podía vaticinar las condiciones de su ruina. Por emperador y por filósofo, Marco Aurelio dio razones de la una y de la otra. De la expansión, con su política. De la ruina inevitable, con su filosofía. Una y otra están magníficamente reflejadas en esta obra.